domingo, 8 de junio de 2014

Logroño: campamento base

Intentaremos evitar la rima fácil, ¿vale?

Dice la leyenda asturiana que por estas tierras no hay trabajo y los jóvenes tienen que emigrar fuera de Asturias para ganarse el pan. Bueno, pues Patri parece que es una leyenda viva y durante unos meses se va a currar a Logroño, fíjate tú.

Aprovechando dos semanitas de vacaciones, cargué las maletas, llené el depósito y a La Rioja me fui. No os voy a contar nada del viaje porque es un poco chorrada. Demasiada autopista y el puerto del Escudo. Ni fu ni fa. Otro par de altos por el camino y llegada a Logroño en cuatro horitas.

En el puerto del Escudo.

Quiere el destino que me olvide de la dieta baja en ácido úrico y colesterol. Es que por estos lares sales a tomar un vino y acabas entrándole a toda la barra de pinchos del chigre. Calle Laurel y calle San Juan; no os voy a decir que haya parado en todos los bares, pero casi. Que si un moruno, que si una mini hamburguesa, que si un pincho de bacalao a la riojana, que si uno de chuletón... La puta su madre. Qué farturas. Aviso a navegantes que si pretendes comer a pinchos en la Laurel no te va a salir nada barato si eres de comer hasta reventar. Los propios parroquianos nos advierten que los hosteleros de esa calle están un poco subiditos a la parra.

Hay que hacer mención especial del carácter de los riojanos, o al menos de los que me voy topando por Logroño, es una pasada. Muy amables, muy majetes. A cualquiera que le preguntas algo se desvive por echarte una mano y siempre te sonríen. Ya sabe, señor motero, adopte un logroñés.

El pincho de chuletón
La calle Portales, preparada para el jolgorio

Y llega el amanecer del segundo día. Logroño está engalanada. Esperan cinco días de fiesta. Empalman el fin de semana, el día de La Rioja y la fiesta de San Bernabé, el 11 de junio, donde celebran y recrean el fin del asedio francés allá por el año 1521.

Pero eso no es lo más importante de hoy, no, no. El asunto es que pensaba dedicar la tarde a explorar las salidas de la capital riojana para las futuras rutas. Me decido a ir hasta Viana, que está ahí al lado, a explorar un poco la carretera y ver el viejo Principado. Me tomo una birra en un bar de la localidad navarra y no me da tiempo a encender un pitu cuando ya tengo a un octogenario parroquiano parlamentando conmigo:

- ¡Vaya moto tienes, majo!
Y continúa, sin sacarse el puro de la boca:
 - ¡Es una emeuve eh!
- Sí, sí, una bemeuve - intento corregirle, sin éxito-.
- Mi sobrino sa comprao un emeuve.
- Buen coche el emeuve, sí -va a seguir diciendo lo que le sale de ahí, qué más da-.
- Sí. ¿Qué eres, de Logroño?
- No, de Gijón.
- ¡Coño! ¿De Asturias?
- Sí.
- Joder, qué lejos. El Príncipe también lo es de aquí, ¡es otro principao suyo!
- Lo sé.
- ¿Y qué haces tan lejos de casa?
- Nada, que tengo a la novia trabajando en el hospital.

Ay mamina, a buena hora le hablé al buen hombre de hospitales. Os podéis imaginar la retahíla de operaciones y enfermedades que me contó para, al final, coronar con "el ladrón del yerno del Rey y la hija tenían que ir presos, y Bárcenas también".

Reconozco que me vine arriba y volví a la capital del vino para vestirme de motero y seguir camino hacia Estella. La moto arranca a la tercera. Sudores fríos a 35 grados. En casa me visto correctamente para la ocasión, bajo a dar el paseo mencionado y... la moto ya no arranca. Cagamentos varios, grúa y otro día que tenga ganas y el guapo subido os cuento el resto.

¡Que vos preste!

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