domingo, 23 de febrero de 2014

Por el Bajo Nalón

Te quedas frito y retorcido en el sofá mientras ves la tele. Te levantas a las nueve de la mañana, con la baba arroyando ya hasta el ombligo. Te cruje medio cuerpo pero estás fresco como una lechuga. Asomas el focicu por la ventana y quiere salir el sol. Un vistazo rápido a Maldonado confirma tus sospechas: es día de moto.

Una vez más, salimos sin rumbo establecido. Acabamos desayunando en Pravia, efímera capital del Imperio allá por el siglo VIII. Entre pinchos, cafés y cervezas, empezamos a pensar en la fartura del día. Tiramos de Tripadvisor y topamos algo prometedor en Oviñana, concejo de Cudillero.

Como estábamos muy cerca, enredamos un poco para llegar, serpenteamos entre pueblinos, nos recreamos con las casas de la zona, paramos un rato en San Esteban a sacar cuatro fotos y vimos el furacu que dejó  el temporal en el dique exterior de Cudillero.

El Cantábrico recibiendo al Nalón, desde San Esteban de Pravia



A las dos y media estábamos en el restaurante Cabo Vidio. Su web necesita una reforma urgente [ya la han actualizado y está a la altura de sus platos], pero la comida ya es otro cantar. Las pegatinas de Tripadvisor y Michelín pegadas en la puerta presagiaban que la orgía gastronómica iba a ser recordada durante una buena temporada, y así será. El sitio, remozado recientemente, es muy acogedor y el personal se desvive por la clientela. La comida no es un simple pescao hecho de forma tradicional, pero tampoco estamos hablando de modernidades consistentes en raciones minúsculas servidas en palanganas por los que pagas una talegada. No, no. Aquí pagas pero sales por la puerta satisfecho, relamiendo los bigotes y aflojando el cinturón para poder subirte a la moto otra vez. Reposamos en la terraza, con el café y un gintonic al sol por cortesía de la casa. Dando un poco la lengua con el Chef, Jairo López, nos comentó que en breve va a habilitar una zona de la terraza para ponerse ciego a gintonics que me apunto para futuras excursiones. Viene bien recordar que también es hotel, por si alguien se lía con las espirituosas.

Pixín albardado con Joselito. Ración contundente.



Como ya salimos medio cocidos de allí, no pudimos seguir dándole mucho al mango, así que arreamos por la autovía derechitos a dormir la siesta, que ya era hora.

Ale, majos, ¡que vos preste!