lunes, 29 de junio de 2015

Cocer en Ancares

Comenzamos la jornada motera desayunando hacia las diez y algo en la terraza de un bar de Belmonte. Dos parejas de mediana edad como vecinos de mesa. Las señoras, café. Ellos, coñac. Pasa una chica resultona, bien apretada, pantalones muy cortos. Uno de los paisanos hace un comentario. Su paisana le suelta una directa. Se lanzan unos cuantos dardos y él acaba diciéndole en su puta cara que piensa en otras mientras se la aprieta. Así, sin paños calientes, oiga. El día promete.

Subimos Somiedo relajadamente para ir calentando, dejando atrás las nubes mañaneras, esquivando domingueros. El sol empezaba a asomar. Temperatura óptima para esto de hacer el friki sobre dos ruedas.

Solazo en Somiedo

Camino de Fabero, ver el termómetro de la BMW subir de medio grado en medio grado empezaba a acojonar y auguraba que las siete u ocho horas de viaje que nos quedaban iban a ser aún más agotadoras de lo normal.

Desde el alto del puerto de Lumeras empezamos a contemplar nuestro objetivo principal: Los Ancares. También pudimos constatar que dicho alto es el jodedero del pueblo, a juzgar por las decenas de clínex esparcidos por la zona.

El jodedero Puerto de Lumeras

Divertidísimo camino hacia el Puerto de Ancares aunque la carretera ya necesita reparaciones urgentes. Hay boquetes cojonudos y argayos cada dos por tres. Por supuesto, no podían faltar las vacas en nuestra ruta. Cerca de Candín faltó poco para llevarnos un rebaño por delante; nos apartamos y dejamos que pasaran pacientemente... con treinta y tres grados cayendo casi verticales sobre nuestros cascos.


Por ahí se juntan León, Lugo y Asturias
La subida por el Valle de Ancares

Nos fuimos de Balouta bien fartucos. El sol ya abrasaba. Dejamos Ancares y camino de Ibias la carretera se empezaba a emputecer más de la cuenta. Muchos tramos son mantos de gravilla y furacos continuos. A Jutiel le baila la rueda trasera en una frenada antes de entrar en una curva. Rodando por los alrededores de Rao no faltó el susto de una ardilla de Chernóbil, enorme, saliendo en una curva. Poco después, en otra curva, casi salgo por orejas gracias a la grava. Jutiel, que venía detrás dice que el latigazo fue tremendo. Subido en la moto, sentir cómo se te van los cerca de doscientos cincuenta kilos que llevas entre las patas da miedo. Mucho miedo. No sé si salvé por dejar de acelerar de forma instintiva, porque iba despacio, si saltó el control de tracción o si se me apareció algún santo, pero libré el pase. A partir de ahí, con 35 grados, sin sombra en la carretera y completamente acojonado, llegar hasta San Antolín fue un suplicio. Además, la carretera de Sena a San Antolín da puto asco, pena y dolor. Vergüenza tenía que darles a los responsables. Imagino que esperarán a que se mate alguien para arreglarla.

Balouta. Esa pista lleva a Pelliceira. Hay que catarla.
San Antolín desde la carretera de Sena
Se puede apreciar que los carriles son muy, muy anchos

En Ibias estábamos agotados, cocidos, sudando como gochos, tensos, a punto de abandonar la ruta prevista. Una hora a la sombra y cerveza bien fría nos espabiló. Recuperamos las ganas de seguir. Volvimos a salir de Asturias, ahora hacia Fonsagrada, haciendo una pequeña parada en Riodeporcos, pueblo de Ibias al que solamente se accede por una pista forestal o por Lugo, cruzando un puente Colgante sobre el río Navia exclusivamente para peatones.



Riodeporcos y el río Navia desde un mirador camino de Fonsagrada

Desde Fonsagrada la carretera ya mejora. Nos plantamos en un momento en Los Oscos. Primero una foto en Santalla, luego una birra en Samartín y decidimos rematar la faena tirando hacia Pesoz, Salime, y Subir el Palo como última tachuela del día.

En Santalla
Embalse de Grandas de Salime. La cara de susto aún no se me había quitado.

Alrededor de quinientos kilómetros y el culo ya insensible. Trece horas de viaje. Temperaturas siempre superiores a treinta grados. La piel pegañosa de tanto sudar. Sustos de muerte. Putas motos de mierda. Esto engancha, ¡joder!

¡Que vos preste!