miércoles, 28 de diciembre de 2011

Recordando Proezas (III) Por Llanes y El Fitu

Aprovechando estos días sin moto, voy a recuperar otra pequeña aventura con la Van Van. Esta corresponde a un intento de comer bien en Llanes, que terminó por convertirse en una subida a ver la niebla en el alto de El Fito, con su correspondiente tertulia y buen humor.

Nueva entrega de la serie "Recordando proezas", escrita por Merucu y remasterizada por un servidor.

Tercer capítulo: Por Llanes y El Fitu, 19 de marzo de 2011

Otra semana con buen tiempo y las fuerzas vivas del foro siguen aduciendo compromisos de lo más variopinto para no salir de casa en moto. Que si ir a tierras cazurras a jugar al mus con el suegro, que si tengo la casa en reformas, que si voy a intentar poneme tiernu con la parienta por la mañana para variar...

Menos mal que queda gente seria.

Tras la experiencia en Luarca, decidimos tirar para el otro extremo de la provincia y ver qué tal fartábamos en Llanes, esa tierra donde en verano no hay más que madrileños vestidos de explorador y bebiendo sidra en vasinos como si fuera un Protos.

La novedad de la jornada es que íbamos a ir con Pistón, hombrecillo poseedor de una Yamaha TW que, si no prima carnal, prima segunda de la Van Van sí que es.

Quedamos con pistón entre la Villa y Colunga debido a que los teléfonos se apagan cuando uno no se entera, pero vamos que en nada estábamos en Lastres tomando un desayuno hipocalórico en una churrería vegana:




Vemos aquí las vistas del establecimiento. Quiero detenerme en uno de los secretos que hacen que los viajes en Van Van, aunque estén pasados por agua, cucho, frío o dolor, sean una delicia. No es otro que un complemento vitamínico rico en fibra que Fran y aquí el que teclea no dejan de ingerir cada 2 horas máximo. ¿Que qué es? Pese a estar aún en trámite la esponsorización, vamos a adelantar en primicia el nuevo producto milagro:



Ohj, vaya parida, pensarás. Pues mira, si piensas eso cierra la pestaña del navegador y ponte a trabayar y deja de ofender de pensamiento, faltosu/a. Para aquellos realmente interesados, quiero que seáis conscientes de la cantidad de ventajas que aporta una Miau para un viajero itinerante en busca de farturas y aventura, a saber:

1. La deshidratación. No existe. Quizir, si se ingiere no hay síndrome de la boca-seca ni sus incómodas secuelas.

2. Eliminicación de toxinas. A ver si te crees que aunque lleves un casco de 300 pepinos no estás siendo atacado por productos per-tóxicos provenientes de escapes, quemas controladas de lugareños amigos del mechero... Dependiendo de la masa corporal del individuo y de su resistencia al influjo de las 5 estrellas, acabará vaciando el tanque en el urinario más cercano. Toxinas fuera; y quién sabe si una vez en el aseo y al ver de reojo el trono, no aprovechas para liberar a Mandela y de paso aligerar la Van Van en 2 kilos.

3. La soledad. Como lo oyes y soy testigo vivo de ello. El otro día en el puerto de Gijón con Fran a mi vera, y únicamente gracias a portar una cerveza de estas, me vi abordado por un Peugeot 206 rosa con dos canis asín rollo las Grecas pero actualizao. Muy raciales y en edad de merecer. La verdad es que me preguntaron que si era Juan y dije que sí. Gritaron como locas y con ojos golosinos. Me conocéis, y pese a tener percha, así de lejos no ye pa que paren dos feromónicas. Efectivamente, la Miau.

Bueno, que me diluyo. Que estamos hablando de viajes, no de coches con muyeres. Total, que tras conocer a Pistón, gente muy sana pero con esa mirada perdida en la montaña que aventura pates salpicaes de barrurcio en breve, tiramos pa Llanes.

En general el viaje no tuvo mayores sobresaltos, si exceptuamos el tramo llegando a Ribadesella en que Fran, poseído por el espíritu de JJ Cobas, hizo que tirara como una mala bestia. Daba miedo velu tumbar. Eso y que al ver una mierda charcu pegó una frenada que casi hace que acabara dentro del cofre ese que gasta. Pero vamos, las estrellas de rock somos así. Además y como ya comentaremos en otra ocasión: nunca pasa nada.

En Llanes estaba nublao y tras vagar sorteando calles en obras (cómo se nota que llegan las municipales amigos), aparcamos. Para comer recurrimos a la chorboagenda de Pistón que nos llevó a una prometedora y céntrica sidrería que no citaré para evitar más litigios.

El sitio tenía mimbres, pero tardaron tres cuartos de hora en sentarnos y otra media en traer algo para morder. A esas alturas comíamos serrín. Camareros que hablaban raro con corte de pelo estilo Polígono de Porceyo y que precisaban de salvoconductos intermedios pa traer un poco pan, hicieron que al final, gracias al vino con casera, aquello pareciera el parnaso de los tortos.

Conocimos al campeón de España de 1953 de motociclismo (va en serio), que tras echarnos una arenga política nos confesó (mientras encendía un Farias king-size), que tenía unos muelles por un infarto y que la moto lo era todo en su vida. Razón de más pa sacala los fines de semana, margaritos.

Fran porque ta pedíu ya, pero tuvo chance con dos lugareñas, que si bien no eran pa poner en la portada de la carpeta, oye, quizir  ;D Vamos, que con la Dainese esa ta arrebatador, amigas.




Cuando acabamos, que debía de ser casi hora merendar, tiramos de camino a Colunga pero pasando por Arriondas y subiendo al Fito. Pero las vistas se redujeron a algo como esto:




Tras vanagloriarnos de tanta curva negociada sin caer al barranquillo, tiramos para casa. Dejamos a Pistón en su Colunga del alma y nosotros acabamos tras un ratín en un chigre para ver al Barcelona. Acabamos tomando la última dosis de 5 estrellas para coronar con dos Bifiters. Estarás pensando que no hacemos más que chumar, ¿no? Nada más lejos de la realidad, faltosín. De nuevo hay un trasfondo bio-ético. No sé qué coño postura gastamos en la moto, pero tras 200 km nos duele donde la paletilla, véase omóplato izquierdo. Y no creo que sea por la pila caballos que tiene la Van Van, pero tanto desembragar acaba dejando secuelas.

Total que en no sé qué foro me dijo Fran que con dos cacharros, una enzima que no sé qué, pero vamos que la espalda no duele más. Oye, fíu, mano de santo. Ni la espalda, ni nada.

Para que luego digan que el alcohol no trae nada bueno o que no se aprende nada en moto.

Por lo pronto que conocimos a Pistón que es un crack de esto de rodar y fartar.

¡Que vos preste!

sábado, 10 de diciembre de 2011

Recordando proezas (II) Percebes en Luarca

Seguimos con la serie "Recordando proezas". Esta vez rememoramos los buenos momentos vividos en la ruta hasta Luarca el pasado mes de marzo. Fue, y seguirá siendo durante mucho tiempo, uno de los días más divertidos que he pasado en moto. Nos juntamos Manzindani, Merucu y el que suscribe sin rumbo establecido, lo que parece haber sido una buena idea, visto el resultado final.

Sin más dilación, os dejo con el segundo capítulo, escrito por Merucu y remasterizado por un servidor.

Segundo capítulo: Percebes en Luarca, 5 de marzo de 2011

Otro sábado que me levanto y, con la legaña aún cristalizada, me entero de la hora de quedar y procedo a desparasitarme convenientemente para el evento.

Sorprendiome que llegara el primero, porque cuando se queda en Foro, raro es que Dani no esté allí cuando tú llegues, o bien apretando unas tuercas o bien haciendo el pino-puente, pero vamos, que llegas el último o el penúltimo siempre.

Pues no, llego y no hay nadie. ¿Casualidad, serendipia? Sopesé que hubiera sido víctima de un cambio horario, pero una vez ajustada la hora con el gasolineru, me puse a esperar.

Una vez reagrupados surgió el tema del destino y decidimos arrancar a Cudillero. Pasamos Candás, Luanco, Avilés, Piedras Blancas y claro, somos paisanos y como paisanos que llevan un ratín en moto paramos a tomar el vermú. El chigre de carretera era de estos que ponen pinchos con palillo y que confían en el consumo responsable por parte de los chigristas. Pero os voy a decir una cosa, si en vez de cuatro pinchos de jamón, la bandeja llega a tener 30, iban a tener que marchar al Alimerka a por otra paletilla. Qué fame por diox...






A partir de ahí curvas y más curvas. Tiene gracia la cosa, pero la carretera de la costa, aquella que de guajes era una agonía (vease gomitonas en el coche, mareos, maldiciones de padre agitando el brazo y cascandote una ostieja sin volver la cabeza...), ahora a lomos de una moto es de lo más divertido.

A esto añádele que no había absolutamente nadie por la carretera, ya que los que van con prisa optan por la autovía. Total, que bajamos a Cudillero y como era pronto, decidimos seguir por la costa hasta las dos y algo que pararíamos a comer.

Y de pronto vimos a mano derecha la playa de la Cueva:

"Protegida al este por la impactante franja cuarcítica del cabo Busto, en la desembocadura del Canero (o Esva) se presenta la playa de Cueva, inmediata al pueblo de igual nombre. "

Vamos, que fue ver piedres, arena, un regatu y tardamos poco en tiranos abajo:


Mirad qué percha gasta Fran, con esa mirada a lo Mitch Bucanan controlando la playa. Pa cagase.

Al poco, Dani ya le veía posibilidades a la zona y tirose cuesta abajo a ver qué tal funcionaba el cubre cárter con los cantos rodados.


No recuerdo exactamente la escena pero no se puede negar que la imitación de Napoleón tomando la playa de Golfe-Juan es de lo más lograda.




Otra muestra de que es necesario parar cada hora y poco a tomar algo que si no, aparecen muestras claras de somnoliencia y fatiga. Probe Fran, mirar oh, como se le ve cara de tar pensando en un bugre...



Y cómo no, la ya clásica fotografía de los transtornados posando contra una mini-cámara con temporizador. Superándose cada vez en nivel de chorrez y saber estar. Sobran más comentarios.


Una cosa queda clara: andar empujando las motos por la grava esa, casi hace que tengamos flato. Una de dos, o nuestro fondo físico está al nivel de los Juegos Gerontológicos de Sobrescobio o la VanVan pesa.

En breve aterrizamos en Luarca-sur-mer y seguimos la intuición del Roxu de moda para recalar en un mesón marinero donde nos apretamos sendos menuses compuestos por orgía marina y fastos cárnicos. Y como sé que esto da envidia a los que marcharon a ver margaritos a Cantabria o navajas a Toledo, salibad ahora, malditos:



Ahí está. Un culé, un simpático lugareño mediterráneo que tras superar unos instantes de duda, se avalanza sobre su cuartu kilo de percebe sin rechistar. Posiblemente tengamos un plusmarquista de apertura e ingesta de percebes en bruto. Hay que ver qué marcha agarró el condenao.

Esto ni es modo macro, ni está atrezao, ni retocao. Había percebes que daba hasta pena el estrangulalos pa quitayos la coraza de lo que gritaban. Frescos, fresquísimos oiga.



Tras una sobremesa interrumpida por unos calderos de arroz con leche y viendo que refrescaba un poco decidimos arrancar hacia casa, no sin antes hacer una paradinha a hacer unas fotos, cambiar la cámara de Fran al manillar de Dani y demás:



Si es que la cámara nos adora...


De vuelta y en las cercanías de Cudillero, equivoqueme y nos vimos bajando a un puerto pelín extraño cerca de Cabo Vidio. Con sus señales pa meter miedo, su túnel para que 3 taraos como nosotros estuvieramos dándole patrás y palante...


Aquí tenemos a Dani cual Darl Hannah en 1,2,3 splash pero en versión motera. Apréciese que a pesar de ser del frente barrurcio, mira de reojo a la marejadilla no vaya a ser que tenga que venir a sacalu el heli-mer.

Aquí ya, la toma buena, con mucha más emoción.


Después ya del tirón hasta Luanco, donde paramos a tomar unos chismes con una brisa fresca que aderezado con el dolor de ingle, hacía que tuviéramos más gana de llegar a casa que otra cosa.

Lo dicho, lo pasamos de traca.


¡Que vos preste!

viernes, 9 de diciembre de 2011

Haciendo amigos

Como es habitual, mi poder de convocatoria tiende a nulo. Esta vez sólo acudió al evento Kris-Xixón, de www.motoclubasturias.com . Se presentó con una verde y reluciente Kawasaki Ninja 250, mercada hace un par de semanas.

Presentaciones de rigor hechas, nos ponemos de acuerdo para la ruta y decidimos ir hasta Villaviciosa por la autovía para que la feliz propietaria de la Kawa fuese cogiendo confianza. En la Villa ya tomamos carretera convencional hasta Lastres, donde paramos en El Mirador a tomar un cafetín y disfrutar del solete que asomaba de vez en cuando entre las nubes. Hablamos de motos, echamos unos cigarrinos y empezamos a arreglar el mundo... vamos, lo normal.


Lastres:


La alemana y la japonesa. Si llega a aparecer una italiana, invadimos Polonia:


Después del café, rumbo a Ribadesella. Carretera chulísima para la moto, pero con pocos tramos donde poder adelantar. Se nos coló un camión y lo tuvimos que tragar bastante tiempo, por lo que no pudimos gozar de las curvas como era preceptivo. Tampoco importó mucho. Llegamos a Ribadesella sin más novedad y nos apretamos un vermú y una cervecina. Seguimos echando cigarros, hablando de motos y terminamos de arreglar el mundo. Al marchar, le puse la muleta a la compañera a ver si se animaba con El Fito, que estaba ahí al lado, pero rehuyó prometiendo que con unos cuantos kilómetros más se animaría sin miramientos.



La vuelta fue más de lo mismo, con un ritmo un poco mayor, sin tráfico. El vermú hizo efecto en el menudo cuerpo de Kris y se notaba que las curvas ya empezaban a ser más sencillas y que los nervios estaban un poco más templados. Al llegar a Gijón, un "bye bye" y "hay que repetir".
 
 
No hubo tiempo para más, amigos. De estas, que haya muchas. Gracias por la compañía, Kris, un placer haberte conocido.

¡Que vos preste!

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Leitariegos y Somiedo

Hace un par de semanas, el compañero Merucu y yo, íbamos a colocar otra muesca en nuestro bastidor subiendo Leitariegos. Pues bien, el que suscribe agarró un pedal curioso la noche antes y acabó despertando a la hora de comer; ruta abortada y seguramente se acordaría de algún familiar mío más o menos cercano. Esta mañana, aprovechando el acueducto, me comporté y a las 10 o'clock estaba listo para el paseo. Nos salió una ruta más o menos como esta http://g.co/maps/a7pr9

No nos gusta lo de andar por autovías, pero menos gracia nos hace madrugar, así que no nos quedó otra opción que ganar tiempo por ellas. Enfilamos la AS-II y el frío mañanero nos hacía pingar el mocu a chorru. En Oviedo ya nos metimos por la nacional hasta Grao. Allí paramos en el primer chigre que había, atendido por una señora algo malencarada y una joven que justificaba por sí sola la presencia de media docena de cabestros sesenteros babeando sobre la barra. Es probable que ésto también justificase el gesto huraño de la señora. Necesitábamos un cafetín caliente y, en mi caso, también un pinchu de pollo (sabrá Dios qué día frieron la pechuga).

Con el cuerpo ya templado, arreamos hacia Cornellana por La Cabruñana sin nada reseñable, excepto que el asfalto estaba húmedo en algunas curvas y que nos cruzamos con una caravana de cinco o seis Patrol de la Benemérita. La visión acojonaba un poco, la verdad; con menos medios, Tejero montó un xareu del carajo en el '81.

Hasta Cangas del Narcea nada nuevo. Carretera tranquila, algún camión estorbando y poco más. El sol empezaba a calentar el ambiente y ayudaba a disfrutar del viaje.

Comenzamos a subir Leitariegos, virgen para nosotros en cuanto a pasarlo en moto. Los primeros kilómetros son bastante sombríos, por lo que la helada de la noche se dejaba ver aún en los praos y la carretera estaba muy húmeda. Había que tener mucho cuidadín al tumbar en las curvas. Cuando llegamos a la zona soleada, el panorama cambió y disfrutamos de una carretera preciosa para las dos ruedas. En la cima, parada obligada. Una meadita, un cigarrín y fotos a retorcer. Nos recreamos sacando partido al iPhone 4 y al Galaxy S2 y quedaron unas fotos bastante chulas. Os dejo unas pocas:

Con Instagram del iPhone

Modo animación del Galaxy:

Con el programa Paper Camera:


La bajada hasta Caboalles fue como la subida: buena carretera, bonitas vistas y alguna curva húmeda que había que negociar con respeto. Llegamos a Villablino a la hora de comer. Normalmente nos hubiéramos dirigido a ponernos ciegos en el Royvi (otro día hablo del sitio, que merece la pena), pero iba a ser la tercera vez en cosa de tres meses y decidimos probar suerte con el rancho de otro local de Villablino. Acabamos en el Kelti, que es una cervecería / chigre / comedero bastante agradable, tranquilo y con una decoración que anima a pasar el tiempo dentro. Ya lo había probado otra vez en plan tapeo y tenía un buen recuerdo. La chica nos ofreció directamente el menú, así que a eso le dimos. Entre los muchos platos que nos ofreció, elegimos unas ensaladas, lomo adobado y filete. Con postre, cerveza, café y pan, 8 euros por barba. Hay que decir que no fue una maravilla (más bien regulero), pero salió baratito.

Fartucos, comenzamos la vuelta a casa. Cogimos Somiedo desde La Vega de los Viejos. Subida corta pero preciosa. Los primeros kilómetros estaban salpicados con muchos argayos, en varias curvas aparecían piedras sueltas sin previo aviso (qué menos que una baliza roja, hombre). De  nuevo en la cima, otro puñao de fotos:



Otra vez la bajada del puerto fue puñetera por la humedad del asfalto. Las primeras curvas estaban realmente peligrosas. A mitad de puerto la cosa mejoró y nos empezamos a gustar hasta que llegamos a la altura de otro Patrol de los verdes que hacía cosas realmente extrañas. Al final nos dio paso casi llegando a Somiedo y empezó la fiesta. La carretera desde Pola hasta Belmonte es, para el que no la conozca, es-pec-ta-cu-lar. El asfalto está divino de la muerte, es muy ancha y además no hay casi tráfico. La pasamos en un plis y en un plas estábamos subiendo de nuevo La Cabruñana. Arriba paramos a evacuar aguas menores y aprovechamos para tomar un café en el chigrucio que hay en el alto. Metía mieu pola cabeza. Antes de seguir camino, volvimos a recrearnos con las fotos y salieron cosas tan... tan... bueno, juzguen ustedes mismos:








Nada más que contar. Después de pasar Grao cogimos la autovía para acortar, que ya se hacía de noche y teníamos algo de prisa. En casa de nuevo con cara de satisfacción y esperando poder repetir otra ruta cuanto antes.

¡Que vos preste!