lunes, 9 de junio de 2014

Levántate y anda, que vamos a Pamplona.

Y llegó la grúa en diez minutos. Eran las cinco de la tarde y continuaba generoso el sol cascando sobre Logroño. 34 grados, nada menos. Desesperado, sabiendo que venían cuatro días de fiesta, el gruísta me lleva a Norauto, lo único que había abierto el sábado por la tarde. La dejé allí para que cargaran la batería hasta la noche y a ver qué pasaba. Casi no me dio tiempo a volver a casa y ya me llamaron para decirme que al enchufarla ven que la batería está a tope. La moto arranca. Me la vuelvo a llevar. Le pego otro calentón. Vuelve a arrancar. ¿Obraría milagro San Bernabé, que no me quería ver ocioso de bar en bar por Logroño?

Al día siguiente, seguimos degustando pinchos y llegamos a la conclusión de que la calle San Juan mola más que la Laurel. Y es más barata. También hicimos algo de turismo y pudimos contemplar que al caballo de Espartero le menguaron los huevos.

Montaña de las típicas zapatillas

Espartero y su caballo

Puente sobre el Ebro, salida norte de la ciudad

la animada calle San Juan

Concatedral de Logroño

El lunes, después de comer, tocaba paseo motero. Arranqué de nuevo hacia el norte, camino de Pamplona. La carretera, prácticamente una recta continua, está plagada de pueblos muy bien conservados. Apetece ir desviándose para verlos todos, pero los casi cuarenta grados no invitaban a hacer paradas turísticas.

Villamayor de Monjardín

Poco antes de llegar a Logroño hay un desvío hacia el alto del Perdón. Arriba, una capilla, antenas y un parque eólico. Ah, sí, y abuelas guiris enseñando los pechotes sin cortarse un duro. De esto último no hay foto, no me pareció decoroso.

Pamplona desde el alto del Perdón

El parque eólico

La capilla

Pamplona me recibía a las cinco menos cuarto de la tarde con 37 grados. Y mucho viento. Estaba claro que iba a caer una tormenta. Un breve paseo por el centro de la ciudad y al subir de nuevo a la moto empieza a caer agua de cojones. En cuestión de media hora bajó la temperatura hasta los 30 grados, cosa que se agradeció. Pero ya se sabe cómo va esto de la Ley de Murphy: te enfundas el traje de agua y te decides a volver a casa por la autovía, por aquello de llegar pronto y evitar el agua; a los cinco kilómetros para de llover. Vuelve a quitar el traje, majo.

Calle Estafeta
Ayuntamiento de Pamplona

Sudando como una gocha llegué a Logroño y a vuestra salud me estoy tomando un cañón de cerveza mientras escribo el relato del día.

¡Que vos preste!

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