sábado, 12 de noviembre de 2011

Fartura sangrienta en León. ¿Un día cualquiera?

Pues no. No fue un día más. Los sucesos acaecidos demuestran que la motofartura sabadiega no se va a olvidar fácilmente. Vayamos por partes.

La mañana comenzó como casi todas la demás: tras una semana de anuncio del evento entre conocidos, sólo se presentan los dos de siempre: Merucu, a bordo de la Van Van negra con escape del demonio, y un servidor, con la gesita.

Tras unos kilómetros de autopista y algo de frío, pasamos a León por Pajares, con unos cuantos domingueros que *#!!%"@. Muchísimo viento en las últimas curvas con rachas que si te descuidabas, te echaban al suelo.



Continuamos sin más problemas y delante de la gasolinera de La Robla nos econtramos con guardias civiles,  un amasijo de hierros y una farola en el suelo; parece ser que hubo tres heridos, esperemos que no pase de ahí.

Llegada a León, solete, día muy agradable. Tiramos las motos en una esquina y derechos a por un par de cañas. Teníamos ganas de volver a comer el pincho de codillo de la Taberna de Flandes (Calle El Cid nº4) y, por supuesto, volvimos a chupar hasta el plato. Quien no conozca este local se pierde un bar con mucho encanto, pequeño (y siempre lleno), con jarras de cerveza por el techo, regentado por dos hermanos (Luis y Carlos), a cual más peculiar. Uno siempre lleva mandil, el otro siempre un guante negro y pajarita. Uno tiene cara de bueno, el otro, de malo. También dan comidas y cenas de chuparse los dedos, con materias primas de primera. Muy recomendable. Seguro que otro día vuelvo a hablar de este sitio.





Un rato después vemos una familia. Abuelos, hijos, nietos, carricoches...  Entre frases tipo "me le das", "te le doy", etc., advertimos una conversación padre-hija de once años:

- ¿Qué quieres, hija?
- Lo de siempre, papi.

La conversación cae en el olvido hasta un tiempo después, cuando veo que la cría tiene un vaso de cerveza en la mano. "Se lo está sujetando a alguien", pienso para mis adentros. Y la chiquitina le da un sorbo al vaso. "¡Coño con la guaja!". Otro sorbo más y nos percatamos de que no está bebiendo a escondidas, no, sólo está consumiendo "lo de siempre, papi". ¡La jodía se estaba apretando una caña! Queremos creer que toda la familia tenía plenas sus facultades mentales y la birra era sin alcohol, pero era cerveza, de eso no hay duda. Risas entre la familia, paz y amor.



Nos vamos, buscando ya la pitanza y pelín pedos, rumbo al mesón La Granja www.mesonlagranja.com, recomendado por un amigo. Si no conoces León, nunca acabarías allí, pero está a cinco minutos caminando de la catedral y así se van bajando las cervezas y pinchos previos. De primero, chopitos (buenísimos) y de segundo, un chuletón sin hueso por barba que daba miedo verlo. Reconozco que no fui capaz de acabarlo. Era enorme, muy sabroso, acompañado de dos fuentes de patatas que eran para haber repetido de nuevo. Con cervezas, café y chupito, 58 euros (los dos). A destacar que la cerveza la sirven en unas jarras blancas congeladas que mantuvieron la temperatura  hasta el úlltimo trago. Muy recomendable.






Salimos de allí medio muertos, pero satisfechos. Es una fartura de esas que te apretas en tu casa y no te levanta del sofá ni dios hasta las ocho la tarde. El paseín hasta las motos nos vino de fábula para despejar. Sin más dilación, en marcha para casa, de nuevo por Pajares.


Si lo de la cría de once años ya fue de traca, lo que pasó Entre Pola de Gordón y Villamanín es para flipar. Subiendo, a 100 km/h aproximadamente, veo que un objeto volador no identificado intenta atravesar la carretera desde mi derecha. Me parecía demasiado grande para ser un insecto. No ví salir al OVNI por la izquierda. Reduje velocidad, me asomo por encima del manillar y veo que tengo algo alojado en el pico de pato de mi BMW. Paramos y escalofrío. ¡Era un paxarín! Me acababa de cargar un pájaro minúsculo. Era guapísimo (desconocemos la especie). Lo más extraño de todo es que no rebotó. El prubín quedo enganchado por el pico en el borde del guardabarros. RIP. Por si alguien es impresionable, no pongo directamente las imágenes del suceso, dejo los enlaces a las fotos que hizo Merucu http://instagr.am/p/T1HKo/    http://instagr.am/p/T1HLY/. Menos mal que no me lo tragué con el casco, porque del susto tengo miedo que me hubiera pegao un piñazo.

Sin más novedad, nos plantamos en Mieres a tomarnos un cafetín, porque un servidor venía orinándose un poco. Resulta que acabamos en un bar regentado por un cartógrafo. En lo que duró el café nos contó toda su vida. "...suañaba algún borrachu, con ser vinateru...", que cantaban Los Berrones.

Y la jornada no dio para más, que ya fue bastante.

¡Que vos preste!

jueves, 3 de noviembre de 2011

Recordando proezas (I) Subida a Cotobello

El otro día, hablando con un compañero de motofarturas, gin-tonics y otras alegrías, pensamos que sería recomendable rescatar del foro de la Suzuki Van Van (www.suzukivanvanmotoclub.com), las crónicas de las grandes aventuras vividas con la culona de 125. En algunos casos, son aventuras con mayúsculas; en otros, simplemente que el compañero es un maestro del teclado querty, y merece la pena que todo el mundo se pueda echar unas risas.

Inauguramos, pues, la serie "Recordando proezas", escrita por Merucu (http://demealgo.blogspot.com/) y remasterizada por un servidor.

Primer capítulo: Subida a Cotobello, 15 de enero de 2011

No suelo hacer de voz en off, pero qué coimes...

Esta vez la manada asturcelta no ha acudido en masa a la llamada, pero sí tres de los más trastornados elementos del octavo de litro; a saber: Roxu, Jutiel y un servidor el merucu-merecu.
La ruta no estaba en un principio bien definida, así que decidimos acordar destino en las inmediaciones de Oviedo donde íbamos a encontrarnos con Jutiel. ¡Ay, amigos! La AS-II tiene dos cosas: pocos coches y, en estas primeras semanas de enero, una brisa-sirocco que da gloria. Al llegar a la Corredoria, El Roxu y el que narra notamos un repliegue de un 30% de la bolsa escrotal hacia la caverna inguinal. Jutiel se regodeaba en sus adentros bien protegidico por su pantalla y unos puños calefactables cortesía de la resaca navideña.


Decidimos visitar la cima de Coto Bello que había quedado pendiente del verano pasado. El clima genial, valle del Nalón a la sombra, túneles y de nuevo una brisa-calima que hizo que llegáramos a Moreda con los ojos colgando, los dedos rígidos y una merma escrotal ya de un 40%. Decidimos tomar un refrigerio consistente en cafe-au-lait con hielo y arrancamos hacia las faldas de Cotobello.


Tras ignorar los consejos de los lugareños que alertaban sobre pavimentos más o menos deslizantes, nos vimos inmersos en unas curvas sombrías que tenían como azucar-glass así espolvoreaico por encima. Tras ver que nos íbamos de la rueda trasera con alegría y poco arte (a algunos todavía nos dura el susto) decidimos hacer el ascenso con muuuuuucha calma.


Pero, vamos, mereció la pena. Y como muestra de ello, unas simpáticas y entrañables instantáneas:





Tras hacer un poco la mona por la zona, (embrozando las motos hablando claro) decidimos bajar al valle otra vez. Jutiel, por compromisos adquiridos, arrancó para casa (esperemos que ya haya llegado que no tenemos constancia de ello) y el Roxu y aquí el que comenta fuimos a Felechosa-sur-mer a hacer una ingesta apropiada a los fríos que estábamos pasando. Quiero señalar que a la llegada al chigre la reducción de las gónadas alcanzaba un preocupante 70%).


Tras sendos menuses arrancamos hacia Gijón desviándonos en Cabañaquinta por el alto de la Collaona-Pola Laviana-Langreo-Alto de la Madera. Y madera lo que es madera había, en el alto estaban los entrañables agentes de la guardia civil de tráfico, dando paseos con sus BMW's y otros jugando con el radar de la PS3. Unas Mahous en Gijón y unas arengas previas al partido del Sporting, dieron por finalizada esta primera motofartura del 2011.


CONCLUSIONES
1. No ir por la sombra en estos días.
2. Llevar marianos o en su defecto mallas de Batman conectadas al tubo de escape.
3. Para tener éxito de convocatoria, no hablar de motos, montes o caleyas, comentar el menú sin omitir detalle de grasa, carnona y postre.
Vamos, que lo pasamos bien.

¡Que vos preste!

martes, 1 de noviembre de 2011

Un paseo por Tazones

- ¡Se lo lleva el agua! ¡Se lo lleva!

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- Como no venga pronto el dueño...
- ¡A quién se le ocurre aparcar ahí! Si sigue subiendo la marea, queda sin coche.
- Tará n'algún chigre y nun s'acuerda onde aparcó.

Con esto me econtré el domingo por la tarde al llegar a Tazones, (Villaviciosa). Fue el entretenimiento de lugareños y foriatos durante un buen rato, esperando, con morbo, que la marea subiese aún más para arrastrar al utilitario al fondo del mar. Minutos de incertidumbre y por fin llegaron los dueños, con cara de tar fartucos. Los espectadores aplaudieron la llegada del chófer, pero sus caras decían "joputa, nos jodiste el entretenimiento, la anécdota y la grabación pa'l Youtube".

Pues esto ocurrió la tarde del pasado domingo, primer día postcambio horario. Me puse en marcha hacia las cuatro de la tarde con la churri de paquete, desde Gijón. Sabedor de que me reñiría en cada curva, atajé unos kilómetros por la autovía, hasta salir por Arroes. Las primeras rectas, bien, además despacio porque había algo de tráfico delante. En cuanto llegamos a la primera curva, empezaba a escuchar "grititos". Ni caso. Luego empezaron las palmaditas en la patuca. Después más gritos, más palmaditas. Total, que antes de que se desquiciara acabé pasando muchas curvas a 40. Ayssss, qué muyer, si no fuese por los mimos que me da...

Mientras el coche agonizaba a la espera de su propietario, nos dimos una vuelta por el pueblo que, según parece, fue el primero que pisó Carlos I a su llegada a España. La efeméride se celebra ahora cada año en agosto, en las fiestas de San Roque. Un par de años después, por el buen trato recibido, Carlos I concedió sus armas al concejo de Villaviciosa, por eso su escudo es tan "imperial".

Unas fotos para amenizar el paseo:

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Ya con la noche encima, nos acercamos hasta el faro, al que se llega por una carreteruca entre casinas y que está llena de cucho. Allí había un par de motos que ya había visto pasar por Tazones. Una de ellas, una Royal Enfield, preciosa, que me quedé fisgando y babeando buen un rato.

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Y a eso de las siete menos algo, vuelta a casa, pero con intención de volver otro día, con más tiempo, a darnos un buen homenaje gastronómico, porque el sitio lo merece.

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Un saludín. ¡Que vos preste!