Hace un par de semanas, el compañero Merucu y yo, íbamos a colocar otra muesca en nuestro bastidor subiendo Leitariegos. Pues bien, el que suscribe agarró un pedal curioso la noche antes y acabó despertando a la hora de comer; ruta abortada y seguramente se acordaría de algún familiar mío más o menos cercano. Esta mañana, aprovechando el acueducto, me comporté y a las 10 o'clock estaba listo para el paseo. Nos salió una ruta más o menos como esta http://g.co/maps/a7pr9
No nos gusta lo de andar por autovías, pero menos gracia nos hace madrugar, así que no nos quedó otra opción que ganar tiempo por ellas. Enfilamos la AS-II y el frío mañanero nos hacía pingar el mocu a chorru. En Oviedo ya nos metimos por la nacional hasta Grao. Allí paramos en el primer chigre que había, atendido por una señora algo malencarada y una joven que justificaba por sí sola la presencia de media docena de cabestros sesenteros babeando sobre la barra. Es probable que ésto también justificase el gesto huraño de la señora. Necesitábamos un cafetín caliente y, en mi caso, también un pinchu de pollo (sabrá Dios qué día frieron la pechuga).
Con el cuerpo ya templado, arreamos hacia Cornellana por La Cabruñana sin nada reseñable, excepto que el asfalto estaba húmedo en algunas curvas y que nos cruzamos con una caravana de cinco o seis Patrol de la Benemérita. La visión acojonaba un poco, la verdad; con menos medios, Tejero montó un xareu del carajo en el '81.
Hasta Cangas del Narcea nada nuevo. Carretera tranquila, algún camión estorbando y poco más. El sol empezaba a calentar el ambiente y ayudaba a disfrutar del viaje.
Comenzamos a subir Leitariegos, virgen para nosotros en cuanto a pasarlo en moto. Los primeros kilómetros son bastante sombríos, por lo que la helada de la noche se dejaba ver aún en los praos y la carretera estaba muy húmeda. Había que tener mucho cuidadín al tumbar en las curvas. Cuando llegamos a la zona soleada, el panorama cambió y disfrutamos de una carretera preciosa para las dos ruedas. En la cima, parada obligada. Una meadita, un cigarrín y fotos a retorcer. Nos recreamos sacando partido al iPhone 4 y al Galaxy S2 y quedaron unas fotos bastante chulas. Os dejo unas pocas:
Con Instagram del iPhone
Modo animación del Galaxy:
Con el programa Paper Camera:
La bajada hasta Caboalles fue como la subida: buena carretera, bonitas vistas y alguna curva húmeda que había que negociar con respeto. Llegamos a Villablino a la hora de comer. Normalmente nos hubiéramos dirigido a ponernos ciegos en el Royvi (otro día hablo del sitio, que merece la pena), pero iba a ser la tercera vez en cosa de tres meses y decidimos probar suerte con el rancho de otro local de Villablino. Acabamos en el Kelti, que es una cervecería / chigre / comedero bastante agradable, tranquilo y con una decoración que anima a pasar el tiempo dentro. Ya lo había probado otra vez en plan tapeo y tenía un buen recuerdo. La chica nos ofreció directamente el menú, así que a eso le dimos. Entre los muchos platos que nos ofreció, elegimos unas ensaladas, lomo adobado y filete. Con postre, cerveza, café y pan, 8 euros por barba. Hay que decir que no fue una maravilla (más bien regulero), pero salió baratito.
Fartucos, comenzamos la vuelta a casa. Cogimos Somiedo desde La Vega de los Viejos. Subida corta pero preciosa. Los primeros kilómetros estaban salpicados con muchos argayos, en varias curvas aparecían piedras sueltas sin previo aviso (qué menos que una baliza roja, hombre). De nuevo en la cima, otro puñao de fotos:
Otra vez la bajada del puerto fue puñetera por la humedad del asfalto. Las primeras curvas estaban realmente peligrosas. A mitad de puerto la cosa mejoró y nos empezamos a gustar hasta que llegamos a la altura de otro Patrol de los verdes que hacía cosas realmente extrañas. Al final nos dio paso casi llegando a Somiedo y empezó la fiesta. La carretera desde Pola hasta Belmonte es, para el que no la conozca, es-pec-ta-cu-lar. El asfalto está divino de la muerte, es muy ancha y además no hay casi tráfico. La pasamos en un plis y en un plas estábamos subiendo de nuevo La Cabruñana. Arriba paramos a evacuar aguas menores y aprovechamos para tomar un café en el chigrucio que hay en el alto. Metía mieu pola cabeza. Antes de seguir camino, volvimos a recrearnos con las fotos y salieron cosas tan... tan... bueno, juzguen ustedes mismos:
Nada más que contar. Después de pasar Grao cogimos la autovía para acortar, que ya se hacía de noche y teníamos algo de prisa. En casa de nuevo con cara de satisfacción y esperando poder repetir otra ruta cuanto antes.
¡Que vos preste!
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