Vemos a Balta, sonriendo, satisfecho, henchido de orgullo, tras ofrecer a los presentes consejos paternales tales como "hijo, si fuma, chupa" y otras lindezas... PA-DRA-ZO.
Como siempre, la ruta más guapa es la que más curvas tiene, así que nos apretamos cerca de trescientos kilómetros, pasando por Allande (parada en la Allandesa incluida), Salime, Pesoz, Oscos... No hay mucho que contar del viaje, solo curvas a granel, carreteras húmedas, olor a cucho, culos doloridos... Por destacar algo, Balta, el road leader (vamos, nuestro Rudolph particular), casi se pierde en un cruce y poco después una urgencia femenina y una frenada inesperada hicieron que algunas unidades sufrieran una ECO. ¿Que qué es una ECO? Pues son las siglas de una expresión acuñada por mi amigo Merucu, concretamente "Experiencia Cercana al Ostión"; nada, un simple susto.
Al llegar a Rinlo nos sobraba una hora antes de poder ocupar nuestra mesa, tiempo que aprovechamos para tirar unas fotos, tomar el vermú y echarnos unas risas. Y aquí se destapó Pikimieres como experto sexador de pollos y como gran criador y logopeda de loros. Nos dio una lección magistral en ambas materias. Incluso, se rumorea que los tres cajones que lleva acoplaos a la BMW se transforman en atril y jaula de páxaros para dar las clases cuando el público es más numeroso.
Vemos a Pikimieres en plena exposición ante la atenta mirada de Notime
Nos pusimos a comer como marranos, deficientes tal vez. Y sabíamos que aquello ardía pero, como corderinos al matadero, nuestras lenguas se fueron quemando una a una. Se sentían los resoplidos por todo el pueblo. Pero la felicidad del grupo no era completa, a pesar de babear sobre las dos pedazo perolas de arroz que aterrizaron encima de la mesa, porque entre nosotros se encontraba un reciente yonki de la dieta Dukan que se tenía que contener ante tamaña tentación. La situación era crítica, pero apareció un platu de merluza en salsa de oricios para el caballero que hizo que cambiara el semblante radicalmente y, según parece, dejarlo bien fartucu. Ánimo y suerte con esa fuerza de voluntad.
Postres, cafés, chupitos... y el capador bajó de la gocha a eso de las cinco y media. Desgraciadamente, por compromisos previamente adquiridos, ni Notime ni yo pudimos hacer la vuelta con el resto del grupo, así que nos despedimos pertinentemente y nos tragamos cerca de ciento treinta kilómetros de autovía hasta casa (arrggg, qué coñazo).
Gran día de moto que debo agradecer a los compañeros. Me lo pasé como los indios. Lástima no haberme podido liar más. Que se repita pronto.
¡Que vos preste!