Remasterizo la segunda parte de La rutona de los puertos, escrita por Merucu. Avanzamos que habrá una tercera entrega.
5. Amanecer del segundo día. (aka. el amanecer de los muertos)
Sábado por la mañana. En un último esfuerzo por mantener el plan de vuelo dispusimos las alarmas a las 07:30 hora zulú con la esperanza de salir del sarcófago a buena hora y llegar a nuestra cita con Afuegalbike que nos esperaba en el alto del puerto del Acebo. Como véis, todo buenas intenciones, pero de pronto a eso de las 7 y poco empiezo a oír unos pasos sobre el suelo de madera del chateaux que lograron rescatarme del coma flotante. En un primer momento bien pensé que se trataba de Lord Vader o de alguno de los de la kdd scout de la noche anterior, pero pronto vi por la rendija de la puerta que se trataba de Roberto, que vagaba por la casa.
¿Qué hay mejor que despertarse habiendo dormido poco más de tres horas? Pues hacerlo con miedo. Miedo a ese ente que vagaba por la casa y que la noche anterior recibió nuestra visita folclórica y que empecé a temer que la venganza podía ser terrible. Para dar más emoción, El Roxu saboteó el calentador de agua y cerró con llave para evitar la fuga de parte del equipo y así asegurarse el no despertarse solo en un charco de babas de almohada a eso de las cuatro de la tarde.
Roberto tenía gana de salir y de ver si el agua caliente era algo más que una ilusión. Yo achanté lo que pude dentro del saco, no quería ser el que bregara con esta movida tan temprano. Pronto empezaron a escucharse los gruñidos y alaridos que venían de la habitación del Roxu. No se escuchaban golpes, pero supuse que Roberto estaba usando la almohada de pluma de pita en la cabeza y algún tipo de pellizco genital para alegrarle el despertar a nuestro sherpa. La cosa estaba mal. Después afronté la realidad, salí del camastro y ya había agua, la puerta estaba abierta, se estaba gestando un café para insuflarnos cafeína y Roberto parecía no recordar nada de la "visita nocturna". Un alivio.
En nada arrancamos a nuestra cita con la vida.
6. Dame más puertos que quiero morir, dame más puertos.
Son las ocho y no eres muy consciente de que vas a hacer 600 kilómetros y diez puertos en tu estado, pero si fuéramos gente de pensar las cosas posiblemente no hubiéramos ni entrado nunca en un concesionario Suzuki, así que empezamos a subir el Acebo por la carretera (agárrate) de la culebra. Hay nombres populares que se remontan a la noche de los tiempos, pero en este caso no hacía ni un año que había comprobado el porqué de esta nomenclatura. A media noche, haciendo el camino inverso, nos topamos con una variante local de pitón albina o "Escalagüertus albinus". En esta ocasión se intuyó el cadáver de una en la cuneta, seguramente víctima de un crimen pasional, pero quedó claro que cuando les da por entrar a la carretera es de noche y no a estas horas tan majas.
Un poco antes en un desvío nos estaba esperando Afuegalbike, que claramente había madrugado un pelín más que nosotros y que estaba perdiendo la fe en la raza humana y forera por nuestra tardanza. Tras ver en nuestros ojos que no tenemos malicia, decidimos inaugurar el photocall con el primer puerto de la jornada.
Mira qué caras, qué entereza. Y sin recurir al Catovit y las Centraminas del botiquín
Definitivamente, lo que nos dio el impulso para seguir fue la presencia junto al cartel de unos hombrecillos que se estaban insuflando el camino de Santiago con escalas en bicicleta de montaña. Esta gente sí que reía por compromiso y no por tener los biorritmos en cuarto creciente. Ocho de la mañana y no separaban el culo de la cuneta. Al vernos con nuestras gráciles poses y parafernalia se conjuraron a comprar unas motos nada más llegar a casa para dejar de hacer el canelo pedaleando. Es lo que tiene el motor de explosión, amigos:
Afuegalbike haciendo el amago de sacarles el teaser y acabar con su sufrimiento
Tras dejarlos bendecidos volvimos a nuestros quehaceres de ruido y mosquitos en la cara
7. Alguien voló sobre el puerto del Palo
Entiendo que a estas alturas de la crónica tengas la sensación de que todo nos pasa a nosotros y reconozco que estás en tu derecho, pero cuando se lucha contra las fuerzas de la naturaleza, suelen pasar sucesos de difícil comprensión y para muestra lo que nos pasó en la cima del puerto del Palo. Todo discurría de un modo normal, pero todo cambió al llegar a lo alto del paso de montaña. Simpáticas reses de la variante de ternera occidental estaban a la izquierda de la carretera sobre el talud. Al acercarnos, una de ellas, asustada por nuestro ululante ronroneo, decidió subir por la ladera y perderse nuestro paso, pero una socia que estaba a su lado decidió que iba a probar una variante de huida.
Lejos de ponerse a escalar, decide saltar a la carretera desde lo alto del talud. No recuerdo la altura exacta a la que se encontraba, pero los dos metros fácil que los tuviera. Pues eso, que saltó a la carretera. El primer carril directamente lo voló para aterrizar glacialmente en el derecho, a la postre el nuestro. La suerte de la comitiva hizo que la caída en la carretera coincidió con el Roxu en la linea de impacto de la vaca voladora. Al ver lo que se le venía encima dio un golpe de gas y evitó males mayores, pero tras él iba Bambam que se topó con la res estacionada tras la caída delante suyo. El que escribe iba detrás de él cerrando el grupo y vi como, derrapando, pudo parar la moto antes de comerse el solomillo de desayuno para después unirme al golpe y acabar de coronarnos. La verdad es que nos llevamos un susto considerable. Si la vaca nos cae encima seguramente estamos haciendo la crónica mucho antes, en el hospital de Jarrio. Pero vamos que la cara de todos no era precisamente de risa cuando paramos un poco más adelante para comentar la jugada.
Ahora habiendo pasado el tiempo y tras realizar una investigación de campo creo haber llegado a una posible explicación. Las vacas no solo saltan a veces si no que les gusta. Exiitiendo una complicidad entre el ganadero y la res, puede llegarse a despertar la afición por parte del vacuno a realizar toda una suerte de saltos. De hecho se pueden llegar a extremos como el que ilustra este video que os pongo a continuación: http://youtu.be/D4WtxKoal-c
Ahí tenéis a Luna, una Aberdeen teutona con la dueña a horcajadas y entrenándose para los trials del hípico de Bremen del mes que viene. Si hasta la agarra por los cuernos como si fuera el manillar de la VanVan, no me fastidies.
No dejamos de fotografiarnos en el cartel del puerto, porque viendo el percal ya no sabíamos si iba a haber un mañana con semejante virulencia mamífera en las cunetas de la carretera:
Fran por la impresión lleva hasta mal la cuenta (6 puertos, no son 7), Bambam intenta bajar las gónadas que aún están subidas a la faringe, Afuegalbike ríe por no llorar maldiciendo el haberse unido a semejante safari, Roberto se abraza al poste en pose napoleónica y un servidor a punto de venirse abajo, llorar y tirar de la espoleta de la granada e intentar acabar, bien con el mundo vacuno, o bien con la propia vida.
8. Hay que venirse arriba
Tras superar el punto de interés, seguimos con el viaje. El siguiente puerto que nos tocaba devorar el el Pozo de las mujeres muertas. De tradición hermosa, se dedica el nombre al hacer de las gentes del concejo de coleccionar cadáveres de las féminas de la zona en un pozo. Bueno, o eso o alguna otra razón etimológica habrá, pero yo desde lo de la vaca ya no verifico ni comparto mis fuentes, así que o lo tomas o lo dejas.
Hay veces que el fotógrafo evita tener profundidad de campo y enfocar cualquier cosa con tal de no dar protagonismo a los tramperos de Degaña. Hay uno a la izquierda haciendo la paloma con las manos, más decadente no puede ser la estampa.
Tras pasar por San Antolín de Ibias, saludamos al gasolinero que nos miró con cara de "dónde irán estos" y de camino al puerto de Cerredo nos toco hacer frente a lo que llaman "la montaña de Ibias" o técnicamente la campa de Tormaleo. Un alto en obras que en una bajada hizo que los bendecidos por las ruedas de tacos pudiéramos dar rienda suelta al bloqueo de freno trasero, ingesta de polvo variada y demás alegrías mondongueras del concejo:
Aflora la violencia. Afuegalbike en posición de calma tensa y un ajuste de cuentas entre Bambam y Merucu por unos comentarios sobre el estado de la cubierta trasera de mi montura.
De nuevo el ballet del sanatorio marítimo ejecuta una mixtura entre tercera y cuarta posición
9. Fartura y briconsejo en Villablino
No iba mal la mañana pero a las dos menos algo estábamos ya planteándonos el hacernos un "Viven" y rifar quién iba a ser el cordero pascual a sacrificar. No obstante, cumpliendo el plan de vuelo llegamos a la localidad leonesa de Villablino, donde íbamos a ingerir líquidos y pastar algo no sin antes repostar las burras.
Fue aparcar tras salir de la gasolinera y la moto de BamBam empezó a emanar gasolina por la tapa del depósito cerrado. Y no es que salieran unas gotas, no, es que tuvimos un vertido que ríase usted del de Muxía. Misterios insondables, ya que al abrir el depósito tampoco se veía un nivel exagerado. No sabemos si fue cosa de que con el calor los vapores de la gasolina hicieron subir hacia el tapón carburante, pero estuvimos un rato enredando.
Tras dejar la moto a la sombra para evitar un show pirotécnico fuimos al restaurante Royvi. Hicimos un amago de pedir una orgía de patatas bravas a ración por cabeza y cómo sería la cosa que, pese a nuestra pintaza neanderthal, nos invitaron sabiamente a rebajar nuestras pretensiones culinarias. Pero nos vino bien la ingesta, porque la verdad es que para ser un viaje organizado de Asturiana de Asfaltos, no hubo paradas de ingesta líquida en todo el viaje con lo que necesitábamos un hectolitro de Mahou (prescripción médica siempre) y nos hicimos con él.
10. Nos replanteamos la existencia
Después de comer nos pusimos de nuevo en ruta y nos metimos de postre el puerto Ventana, que fue el último en el que nos retratamos los cinco, ya que se abrían posibilidades de retorno para aquellos que tenían inquietudes sociales en la vida y no sólo el trascender en el motociclismo farturista.
Alguno ya piensa en decir, "Jefe, la cuenta"
Un poco más abajo Bambam nos dijo adiós y el resto nos fuimos hacia Pola de Lena desde donde encararíamos los últimos cuatro puertos del viaje, no sin antes hacernos con una tachuela más, el alto de la Cobertoria, donde se nos apareció una visión.
Uno que aguanta el tipo, Fran disimulando, yo defecando distraído y un incrédulo de que la cámara haya sacado alguna foto bien de todas las que llevamos hechas.
Estando en el alto de la Cobertoria nos dimos cuenta que tanto la cubierta delantera de Roberto como la trasera de un servidor estaban en modo slick. Y de pronto se nos apareció el señor del mazo ese del que habla Perico Delgado en las retransmisiones. Nos quedaba Pajares, San Isidro, Tarna y el Pontón. Teníamos que llegar a una hora razonable a Ribadesella y nos estaba dando una pájara simpática. Ya se sabe, la descompresión por subir y bajar, las semifinales contra Francia, recuerdos de la vaca, querer cenar pescado como fuera... Fran tuvo la idea de redibujar la ruta. Estábamos los tres de acuerdo en que no íbamos a abortar a falta de 4 puertos así que ideamos unos cambios en la ruta. Cambiamos unos puertos por otros porque, amigos de la meseta castellana que tan atentamente me leéis, aquí tenemos puertos como para perder el culo.
Total, que la cosa quedaba así: el nuevo trazado iba a ser San Isidro, Las Señales, Tarna y el Pontón. Menos kilómetros y con mas posibilidades de que si nos entraba la locura total de repente, fenecer en tierra asturiana, porque en los planes originales al bajar Pajares había que llanear por Castilla una tirada guapa y la verdad, ya nos habían visto el careto en León unas cuantas veces ese día, con lo que no justificaba el esfuerzo de integración.
Despedimos a Afuegalbike que tiró hacia el hogar y nosotros paramos antes de la subida a San Isidro a tomar, atención, unas cocacolas para recuperar. No me digas cuál es el ingrediente secreto de la cola, pero fue acabar y teníamos ganas de invadir Zamora, pasar a Lugo y seguir la ruta. Energía renovada, amigos. Si no, explicadme estas caras comparadas con las de la instantánea anterior:
Uno no se cansa de ver a estos atletas, ¿verdad?
De aquí fuimos hacia el puerto de las Señales, no sin antes toparnos con el equipo leonés de vacas de carretera. Estuvimos un rato parados delante de una cosa de 200 kilos que miraba fijamente y no se movía. Bueno, miento. Me miraba a mí porque los otros dos decidieron que, ya que iba yo de gayu, la toreara yo, parando ellos unos veinte metros más atrás. La cosa se saldó sin incidentes.
Penúltimo puerto. La moral ya no está tan alta como cuando salíamos despedidos por una pléyade de plañideras...
Ya sólo quedaba afrontar el Pontón, un puerto largo y que por la vertiente leonesa es bastante asequible, pero que por la asturiana es otro cantar. Te recibe una carretera embutida entre un par de macizos de piedra y carretera estrecha y curvas de fantasía. Ya si te toca con tráfico la cosa puede ser eterna. Antes de bajar paramos a hacernos una foto que pasará a la historia:
Si no me apoyo voy pabajo del tirón.
Cuando llegamos a las faldas del puerto paramos para hacer una Mahou-parada y ver acabar la primera parte del partido. Lo habíamos conseguido, catorce puertos en una ruta inolvidable. Por mi parte tengo que decir que salió mejor que lo que esperaba, ya solo porque dudando de mi estado físico, acabé como un ñu del Serengueti.
Antes de concluir esta segunda entrega (a expensas de la tercera, ahora lo explico), os pongo alguna foto más de nuestro periplo por los puertos de la cornisa cantábrica:
Roberto en San Isidro
Merucu en San Isidro
Afuegalbike en el Pozo
Bambam a punto de hacer un salto mortal
Gorilas en la niebla de San Lorenzo
Parada técnica en el Pozo
En San Martín de Teverga, hacia el primer puerto
Bueno, como dije, habrá una tercera entrega que recoge la noche de fin de fiesta en Ribadesella-sur-mer que merece una serie de reflexiones que quiero compartir con vosotros, de cara a un mejor entendimiento de la experiencia completa. Lo importante, lo pasamos bien, liamos una tremenda por ipicomil concejos y dejamos a los lugareños impactados con nuestro plan de vida, a sus ojo claramente equivocado.
Pero ese es el mensaje, hacer kilómetros y crear malestar.
FIN DE LA SEGUNDA PARTE
¡Que vos preste!