domingo, 23 de diciembre de 2012

Puerto Vegarada, ese gran desconocido.

Ayer desperté en Nembra con una guaja chillando, una perra brincando por mi cama y algún rayo de sol que se colaba entre la persiana. Se confirmaba la noticia: los Mayas no acertaron.

Tras cerciorarme de que lucía el sol y no se esperaban precipitaciones ni líquidas ni en forma de meteorito que llegase con un día de retraso a sacarnos de la crisis definitivamente, conseguí engañar a Patri para dar un agradable paseo. Como siempre, me tocó esperar mientras se preparaba. Tuve que ayudarla a poner los guantes, la cazadora, el pañuelo alrededor del cuello, el casco... ¡ay, que me molesta el micrófono!, ¡ay, coño, que ya me despeiné!, ¡ay, qué frío!, ¡ay, que este casco me mata!, ¡ay, vete despacio!, ¡ay, no te arrimes tanto!, ¡ay, no tumbes!...

Bueno, pues diez minutos después estábamos en Cabañaquinta liquidando unos contundentes bocadillos de lomo para desayunar... (a la una de la tarde). Mientras asentábamos el estómago, maldecíamos nuestra total falta de fortuna viendo en la tele del chigre al niño de San Ildefonso con menos futuro en esto de cantar números, que se atascaba constantemente bolita tras bolita y alambre tras alambre.

Rematamos la subida a San Isidro sin mayor problema que el frío que empezaba a colarse por debajo de la ropa.

Puerto San Isidro

Poco después, y tras un café en Boñar, acabé de perfilar la ruta, casi decidida sobre la marcha. Había que subir el puerto Vegarada, que Patri, como muchos otros, nunca lo había catado. Lo entretenido es subirlo por el lado asturiano, una pista de tierra con rampas que casi llegan al 30% de desnivel, pero con paquete y en pleno invierno, no era demasiado recomendable. 

Para los curiosos que no lo conozcan, una muestra de la vertiente asturiana:

Puerto Vegarada

Pues arrancamos hacia Vegarada y en La Vecilla me llevo una agradabe sorpresa: un cartel indica que la carretera del puerto está siendo arreglada. Y efectivamente, los parches y agujeros han desaparecido por completo hasta Redipuertas, pero podían haberla barrido. Aquello era un puto manto de gravilla, así que iniciamos la subida con mucha calma. Y esa calma nos hizo disfrutar del impresionante paisaje. El río Curueño, que baja del puerto junto a la carretera, lleva horadando la montaña desde hace millones de años y ha dejado, para alegría de nuestra vista, las Hoces de Valdeteja, que son impresionantes. Como hacía frío, no nos paramos a sacar fotos, pero en Google Maps podéis disfrutar una parte de ellas cómodamente sin levantaros de la silla, vagos.




Y en el puerto, que hablen las fotos:

Puerto Vegarada

Puerto Vegarada

Puerto Vegarada y Riopinos

Poco antes de coronar Vegarada, hay una carretera que lleva a la estación de esquí de San Isidro, a las pistas de Riopinos, que se ven desde el puerto. En la tercera foto podéis ver la zona, aunque tapada por las nubes. La carretera no serán más de tres o cuatro kilómetros. Te eleva desde los 1.550 m del puerto hasta unos 1.700 aproximadamente, pero más argayos no puede haber; ojito con ir como un caza, que te la das. Y hacia allí nos fuimos a tirar unas cuantas fotos más.

Estación San Isidro Riopinos

Estación San Isidro Riopinos

Y ya con pocas horas de luz por delante, pusimos rumbo a Villamanín vía Valdeteja, por una de esas carreteras olvidadas por el MOPU, llena de parches, tan típicas del norte de León. Patri empezaba a acojonarse, volvían los ¡ay, qué frío!, ¡ay, que seguro que te perdiste!, ¡ay, qué carretera!, ¡ay, que verás cómo tienes que dar la vuelta!, ¡ay, que anochece y no hay una puta luz!... Haciendo oídos sordos, la GS iba saltando los baches sin inmutarse y en un periquete cruzamos el Collado de Cármenes (bonita tachuela en el camino) y llegamos a Villamanín sanos y salvos, donde cogimos la carretera de Pajares, que nos merendamos rápidamente.

Unos cuantos ¡ay! y un par de caldinos, y dimos por finalizada la jornada motera, que, como siempre, espero repetir lo antes posible.

¡Que vos preste!

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Domingueros y trail: Pelliceira



El verano no ha dado tanto de sí como me esperaba en cuanto a motofarturas se refiere. También es cierto que la vagancia extrema me ha impedido colgar alguna crónica más, y mira que hubo kilómetros y folixa que describir. Quizá más adelante haga un popurrí. Sea como fuere, creo que mi última ruta del verano puntúa doble.

A pesar de no ser yo muy dominguero para esto de andar en moto, parece que el paseo no salió del todo mal. La previsión del tiempo daba calor desde primeras horas de la mañana, por lo que me enfundé la chaqueta de verano. Y calor hubo, pero a primera hora, de camino al encuentro con el compañero Jutiel, apetecía darse latigazos para coger temperatura. La niebla que cubría Oviedo y alrededores se metía entre la ropa y la sensación era de “gondiós, qué cutu”. El compañero se reía de mí: “jaja, llevo guantes de invierno y el forro de la chupa, tú no”. El suplicio de cruzar la capital con síntomas de hipotermia agravados por algo de resaca, se veía aderezado por pastilleros saltarines y alegres devotas de San Mateo meando por las esquinas. Bonita estampa. Pena no tener fotos.

La niebla continuó con nosotros hasta pasar Grao. Un café en Soto de los Infantes me ayudó a entrar en calor y a continuar el camino. Casi sin darnos cuenta ya nos habíamos desayunado el Pozo de las Mujeres Muertas, que no me cansaré, jamás, de subir y bajar.

Tras repostar en San Antolín, pusimos rumbo a Pelliceira por pistas. Y viva el trail, damas y caballeros. La Van Van, ligera y con buenos tacos en los neumáticos, ya sabíamos que lo iba a tener chupao. La GS era otro cantar. Ya conocía una parte del recorrido, muy asequible, pero el último tramo era virgen para mí. Al final, como este verano no ha llovido nada por la zona, todas las pistas estaban en condiciones óptimas y tampoco hubo dificultades; pudimos subir a una velocidad más que aceptable y en ningún momento mi poca experiencia en esto me hizo achicarme.

Viendo el valle de San Antolín desde encima de Rellán

En un descanso de la subida nos gustamos y nos sacamos unas cuantas fotos. Lo que veis en las imágenes es, ahora, simple monte, tierras que llevan años sin trabajarse. Antaño eran las brañas de muchos pueblos de alrededor: Boiro, Rellán… Las llegué a conocer cuando aún se trabajaban. El paisaje ha cambiado muchísimo. Ya casi no se ve ninguno de los muros de las antiguas casas de Boiro, que muchos años atrás estaba aquí arriba. Dichas casas, posteriormente, sirvieron para guardar el ganado y como refugio y lugar de descanso para los vecinos cuando subían a trabajar estas tierras.

Al fondo, las Peñas de Tuña nos vigilan

Las BMW se movía en su salsa

Jutiel lo pasaba como los indios derrapando

Me encanta subir a estas fincas. En cada esquina hay algo que contar o recordar. Historias de padres, de abuelos, de viejos, cuyos documentos de identidad indicaban la profesión “labrador”, que en muchos casos sustituían su firma por una simple X, por no saber escribir, pues la miseria que sufrían y el duro trabajo del campo desde bien pequeños les había denegado, tan siquiera, aprender a escribir su nombre. Me venían a la mente recuerdos como el Cantuleiro, donde “cantaban” los carros. El Poulón, hoy una de esas fincas secuestradas por la maleza, donde en otros tiempos veían “crecer el pan”, que se balanceaba con el viento como si fueran olas del mar. Impertérritas siguen, como un testigo mudo de la Historia, las Peñas de Tuña, oteando las brañas y alrededores, contemplando durante miles de años la evolución de este trozo de tierra. Se dice que las peñas vieron a los moros. Ahora se sabe con certeza que también vieron desfilar legionarios romanos, pues a escasos kilómetros de allí están apareciendo varios yacimientos arqueológicos que así lo confirman. Y ellas sabrán qué más secretos esconden estas montañas.

Apretaba ya el calor cuando llegamos a Pelliceira y ahora me reía yo del compañero, “cuece, cuece”. Para quien no lo conozca, este pueblo lo parte en dos la raya imaginaria que separa administrativamente Asturias y Galicia. Está a casi mil metros de altitud, con lo que os podéis imaginar cómo son los inviernos. Hoy en día no viven ni diez vecinos, pero antaño estaba completito. ¡Qué vidas más duras!


Pelliceira y nuestras caras de satisfacción

Tras varias fotos bajamos a San Antolín para comer, ya por una pseudo carretera que en varios tramos no se diferencia mucho de las pistas por las que llegamos. En la bajada nos maravillamos de la inmensidad de los valles y las impresionantes vistas. Atravesamos Folgueiras y en un periquete estábamos sentados, listos para engullir, en el Mesón Eiroa.


De vuelta  San Antolín

Folgueiras, Boiro y Villarcebollín


Saciados, a la salida del restaurante nos esperaba un sol de justicia y treinta grados. Tuvimos que parar en el chigre-gasolinera a beber algo frío antes de irnos y aprovechamos para lavar un poco de la tierra que teníamos incrustada en las motos.

El donut trasero de la Van Van

La Metzeler cumplió su objetivo

La idea original era ir por Tormaleo hacia Villablino y volver a Asturias por algún puerto de la montaña central, pero el calor y el cansancio acumulado en las pistas nos hizo desistir, así que nos decidimos por el siempre entretenido e imponente Connio. Subiendo, recordé otra historia de viejos, la de El Santeiro, un guerrillero de la posguerra muy perseguido y que causó muchos quebraderos de cabeza a las autoridades de la época. Uno de sus más sonados golpes lo dio en el puerto del Connio, en una curva cerrada, “la curva del atraco”. La historia de viejos decía que él y su banda, emboscaron y mataron algunos guardias e hirieron al por entonces alcalde falangista de Ibias, un tal Avelino. Sigue la vieja historia contando que la herida causada al alcalde era relativamente fácil de curar, o al menos se podía extraer la bala que tenía alojada en el hombro, pero el médico, amigo de la familia de un joven públicamente torturado y humillado ante su madre mientras la señora suplicaba que lo mataran pero no lo torturasen ante ella, dejó que la bala fuera descendiendo por su cuerpo, consiguiendo así que el falangista agonizara durante mucho tiempo antes de morir.

En el puerto, unas fotos de rigor. De nuevo la inmensidad de la naturaleza bajo nuestras ruedas. La bajada, preciosa, nos deslizó como culebras por medio de Muniellos hasta Ventanueva sin más novedad.




Y poco más. Alguna parada a fumar, el alto de la Cabruñana, que es como el jueves, siempre en medio, y fin. El verano que viene, repito.

¡Que vos preste!

martes, 10 de julio de 2012

La rutona de los puertos. Segunda parte

Remasterizo la segunda parte de La rutona de los puertos, escrita por Merucu. Avanzamos que habrá una tercera entrega.

5. Amanecer del segundo día. (aka. el amanecer de los muertos)
Sábado por la mañana. En un último esfuerzo por mantener el plan de vuelo dispusimos las alarmas a las 07:30 hora zulú con la esperanza de salir del sarcófago a buena hora y llegar a nuestra cita con Afuegalbike que nos esperaba en el alto del puerto del Acebo. Como véis, todo buenas intenciones, pero de pronto a eso de las 7 y poco empiezo a oír unos pasos sobre el suelo de madera del chateaux que lograron rescatarme del coma flotante. En un primer momento bien pensé que se trataba de Lord Vader o de alguno de los de la kdd scout de la noche anterior, pero pronto vi por la rendija de la puerta que se trataba de Roberto, que vagaba por la casa.


¿Qué hay mejor que despertarse habiendo dormido poco más de tres horas? Pues hacerlo con miedo. Miedo a ese ente que vagaba por la casa y que la noche anterior recibió nuestra visita folclórica y que empecé a temer que la venganza podía ser terrible. Para dar más emoción, El Roxu saboteó el calentador de agua y cerró con llave para evitar la fuga de parte del equipo y así asegurarse el no despertarse solo en un charco de babas de almohada a eso de las cuatro de la tarde.


Roberto tenía gana de salir y de ver si el agua caliente era algo más que una ilusión. Yo achanté lo que pude dentro del saco, no quería ser el que bregara con esta movida tan temprano. Pronto empezaron a escucharse los gruñidos y alaridos que venían de la habitación del Roxu. No se escuchaban golpes, pero supuse que Roberto estaba usando la almohada de pluma de pita en la cabeza y algún tipo de pellizco genital para alegrarle el despertar a nuestro sherpa. La cosa estaba mal. Después afronté la realidad, salí del camastro y ya había agua, la puerta estaba abierta, se estaba gestando un café para insuflarnos cafeína y Roberto parecía no recordar nada de la "visita nocturna". Un alivio.

En nada arrancamos a nuestra cita con la vida.

6. Dame más puertos que quiero morir, dame más puertos.



Son las ocho y no eres muy consciente de que vas a hacer 600 kilómetros y diez puertos en tu estado, pero si fuéramos gente de pensar las cosas posiblemente no hubiéramos ni entrado nunca en un concesionario Suzuki, así que empezamos a subir el Acebo por la carretera (agárrate) de la culebra. Hay nombres populares que se remontan a la noche de los tiempos, pero en este caso no hacía ni un año que había comprobado el porqué de esta nomenclatura. A media noche, haciendo el camino inverso, nos topamos con una variante local de pitón albina o "Escalagüertus albinus". En esta ocasión se intuyó el cadáver de una en la cuneta, seguramente víctima de un crimen pasional, pero quedó claro que cuando les da por entrar a la carretera es de noche y no a estas horas tan majas.


Un poco antes en un desvío nos estaba esperando Afuegalbike, que claramente había madrugado un pelín más que nosotros y que estaba perdiendo la fe en la raza humana y forera por nuestra tardanza. Tras ver en nuestros ojos que no tenemos malicia, decidimos inaugurar el photocall con el primer puerto de la jornada.



Mira qué caras, qué entereza. Y sin recurir al Catovit y las Centraminas del botiquín


Definitivamente, lo que nos dio el impulso para seguir fue la presencia junto al cartel de unos hombrecillos que se estaban insuflando el camino de Santiago con escalas en bicicleta de montaña. Esta gente sí que reía por compromiso y no por tener los biorritmos en cuarto creciente. Ocho de la mañana y no separaban el culo de la cuneta. Al vernos con nuestras gráciles poses y parafernalia se conjuraron a comprar unas motos nada más llegar a casa para dejar de hacer el canelo pedaleando. Es lo que tiene el motor de explosión, amigos:



Afuegalbike haciendo el amago de sacarles el teaser y acabar con su sufrimiento



Tras dejarlos bendecidos volvimos a nuestros quehaceres de ruido y mosquitos en la cara


7. Alguien voló sobre el puerto del Palo
Entiendo que a estas alturas de la crónica tengas la sensación de que todo nos pasa a nosotros y reconozco que estás en tu derecho, pero cuando se lucha contra las fuerzas de la naturaleza, suelen pasar sucesos de difícil comprensión y para muestra lo que nos pasó en la cima del puerto del Palo. Todo discurría de un modo normal, pero todo cambió al llegar a lo alto del paso de montaña. Simpáticas reses de la variante de ternera occidental estaban a la izquierda de la carretera sobre el talud. Al acercarnos, una de ellas, asustada por nuestro ululante ronroneo, decidió subir por la ladera y perderse nuestro paso, pero una socia que estaba a su lado decidió que iba a probar una variante de huida.


Lejos de ponerse a escalar, decide saltar a la carretera desde lo alto del talud. No recuerdo la altura exacta a la que se encontraba, pero los dos metros fácil que los tuviera. Pues eso, que saltó a la carretera. El primer carril directamente lo voló para aterrizar glacialmente en el derecho, a la postre el nuestro. La suerte de la comitiva hizo que la caída en la carretera coincidió con el Roxu en la linea de impacto de la vaca voladora. Al ver lo que se le venía encima dio un golpe de gas y evitó males mayores, pero tras él iba Bambam que se topó con la res estacionada tras la caída delante suyo. El que escribe iba detrás de él cerrando el grupo y vi como, derrapando, pudo parar la moto antes de comerse el solomillo de desayuno para después unirme al golpe y acabar de coronarnos. La verdad es que nos llevamos un susto considerable. Si la vaca nos cae encima seguramente estamos haciendo la crónica mucho antes, en el hospital de Jarrio. Pero vamos que la cara de todos no era precisamente de risa cuando paramos un poco más adelante para comentar la jugada.


Ahora habiendo pasado el tiempo y tras realizar una investigación de campo creo haber llegado a una posible explicación. Las vacas no solo saltan a veces si no que les gusta. Exiitiendo una complicidad entre el ganadero y la res, puede llegarse a despertar la afición por parte del vacuno a realizar toda una suerte de saltos. De hecho se pueden llegar a extremos como el que ilustra este video que os pongo a continuación: http://youtu.be/D4WtxKoal-c

Ahí tenéis a Luna, una Aberdeen teutona con la dueña a horcajadas y entrenándose para los trials del hípico de Bremen del mes que viene. Si hasta la agarra por los cuernos como si fuera el manillar de la VanVan, no me fastidies.


No dejamos de fotografiarnos en el cartel del puerto, porque viendo el percal ya no sabíamos si iba a haber un mañana con semejante virulencia mamífera en las cunetas de la carretera:



Fran por la impresión lleva hasta mal la cuenta (6 puertos, no son 7), Bambam intenta bajar las gónadas que aún están subidas a la faringe, Afuegalbike ríe por no llorar maldiciendo el haberse unido a semejante safari, Roberto se abraza al poste en pose napoleónica y un servidor a punto de venirse abajo, llorar y tirar de la espoleta de la granada e intentar acabar, bien con el mundo vacuno, o bien con la propia vida.


8. Hay que venirse arriba
Tras superar el punto de interés, seguimos con el viaje. El siguiente puerto que nos tocaba devorar el el Pozo de las mujeres muertas. De tradición hermosa, se dedica el nombre al hacer de las gentes del concejo de coleccionar cadáveres de las féminas de la zona en un pozo. Bueno, o eso o alguna otra razón etimológica habrá, pero yo desde lo de la vaca ya no verifico ni comparto mis fuentes, así que o lo tomas o lo dejas.



Hay veces que el fotógrafo evita tener profundidad de campo y enfocar cualquier cosa con tal de no dar protagonismo a los tramperos de Degaña. Hay uno a la izquierda haciendo la paloma con las manos, más decadente no puede ser la estampa.


Tras pasar por San Antolín de Ibias, saludamos al gasolinero que nos miró con cara de "dónde irán estos" y de camino al puerto de Cerredo nos toco hacer frente a lo que llaman "la montaña de Ibias" o técnicamente la campa de Tormaleo. Un alto en obras que en una bajada hizo que los bendecidos por las ruedas de tacos pudiéramos dar rienda suelta al bloqueo de freno trasero, ingesta de polvo variada y demás alegrías mondongueras del concejo:


Aflora la violencia. Afuegalbike en posición de calma tensa y un ajuste de cuentas entre Bambam y Merucu por unos comentarios sobre el estado de la cubierta trasera de mi montura.


De nuevo el ballet del sanatorio marítimo ejecuta una mixtura entre tercera y cuarta posición


9. Fartura y briconsejo en Villablino

No iba mal la mañana pero a las dos menos algo estábamos ya planteándonos el hacernos un "Viven" y rifar quién iba a ser el cordero pascual a sacrificar. No obstante, cumpliendo el plan de vuelo llegamos a la localidad leonesa de Villablino, donde íbamos a ingerir líquidos y pastar algo no sin antes repostar las burras.


Fue aparcar tras salir de la gasolinera y la moto de BamBam empezó a emanar gasolina por la tapa del depósito cerrado. Y no es que salieran unas gotas, no, es que tuvimos un vertido que ríase usted del de Muxía. Misterios insondables, ya que al abrir el depósito tampoco se veía un nivel exagerado. No sabemos si fue cosa de que con el calor los vapores de la gasolina hicieron subir hacia el tapón carburante, pero estuvimos un rato enredando.


Tras dejar la moto a la sombra para evitar un show pirotécnico fuimos al restaurante Royvi. Hicimos un amago de pedir una orgía de patatas bravas a ración por cabeza y cómo sería la cosa que, pese a nuestra pintaza neanderthal, nos invitaron sabiamente a rebajar nuestras pretensiones culinarias. Pero nos vino bien la ingesta, porque la verdad es que para ser un viaje organizado de Asturiana de Asfaltos, no hubo paradas de ingesta líquida en todo el viaje con lo que necesitábamos un hectolitro de Mahou (prescripción médica siempre) y nos hicimos con él.

10. Nos replanteamos la existencia
Después de comer nos pusimos de nuevo en ruta y nos metimos de postre el puerto Ventana, que fue el último en el que nos retratamos los cinco, ya que se abrían posibilidades de retorno para aquellos que tenían inquietudes sociales en la vida y no sólo el trascender en el motociclismo farturista.


Alguno ya piensa en decir, "Jefe, la cuenta"

Un poco más abajo Bambam nos dijo adiós y el resto nos fuimos hacia Pola de Lena desde donde encararíamos los últimos cuatro puertos del viaje, no sin antes hacernos con una tachuela más, el alto de la Cobertoria, donde se nos apareció una visión.


Uno que aguanta el tipo, Fran disimulando, yo defecando distraído y un incrédulo de que la cámara haya sacado alguna foto bien de todas las que llevamos hechas.

Estando en el alto de la Cobertoria nos dimos cuenta que tanto la cubierta delantera de Roberto como la trasera de un servidor estaban en modo slick. Y de pronto se nos apareció el señor del mazo ese del que habla Perico Delgado en las retransmisiones. Nos quedaba Pajares, San Isidro, Tarna y el Pontón. Teníamos que llegar a una hora razonable a Ribadesella y nos estaba dando una pájara simpática. Ya se sabe, la descompresión por subir y bajar, las semifinales contra Francia, recuerdos de la vaca, querer cenar pescado como fuera... Fran tuvo la idea de redibujar la ruta. Estábamos los tres de acuerdo en que no íbamos a abortar a falta de 4 puertos así que ideamos unos cambios en la ruta. Cambiamos unos puertos por otros porque, amigos de la meseta castellana que tan atentamente me leéis, aquí tenemos puertos como para perder el culo.


Total, que la cosa quedaba así: el nuevo trazado iba a ser San Isidro, Las Señales, Tarna y el Pontón. Menos kilómetros y con mas posibilidades de que si nos entraba la locura total de repente, fenecer en tierra asturiana, porque en los planes originales al bajar Pajares había que llanear por Castilla una tirada guapa y la verdad, ya nos habían visto el careto en León unas cuantas veces ese día, con lo que no justificaba el esfuerzo de integración.


Despedimos a Afuegalbike que tiró hacia el hogar y nosotros paramos antes de la subida a San Isidro a tomar, atención, unas cocacolas para recuperar. No me digas cuál es el ingrediente secreto de la cola, pero fue acabar y teníamos ganas de invadir Zamora, pasar a Lugo y seguir la ruta. Energía renovada, amigos. Si no, explicadme estas caras comparadas con las de la instantánea anterior:


Uno no se cansa de ver a estos atletas, ¿verdad?

De aquí fuimos hacia el puerto de las Señales, no sin antes toparnos con el equipo leonés de vacas de carretera. Estuvimos un rato parados delante de una cosa de 200 kilos que miraba fijamente y no se movía. Bueno, miento. Me miraba a mí porque los otros dos decidieron que, ya que iba yo de gayu, la toreara yo, parando ellos unos veinte metros más atrás. La cosa se saldó sin incidentes.



Penúltimo puerto. La moral ya no está tan alta como cuando salíamos despedidos por una pléyade de plañideras...

Ya sólo quedaba afrontar el Pontón, un puerto largo y que por la vertiente leonesa es bastante asequible, pero que por la asturiana es otro cantar. Te recibe una carretera embutida entre un par de macizos de piedra y carretera estrecha y curvas de fantasía. Ya si te toca con tráfico la cosa puede ser eterna. Antes de bajar paramos a hacernos una foto que pasará a la historia:



Si no me apoyo voy pabajo del tirón.

Cuando llegamos a las faldas del puerto paramos para hacer una Mahou-parada y ver acabar la primera parte del partido. Lo habíamos conseguido, catorce puertos en una ruta inolvidable. Por mi parte tengo que decir que salió mejor que lo que esperaba, ya solo porque dudando de mi estado físico, acabé como un ñu del Serengueti.


Antes de concluir esta segunda entrega (a expensas de la tercera, ahora lo explico), os pongo alguna foto más de nuestro periplo por los puertos de la cornisa cantábrica:


Roberto en San Isidro



 Merucu en San Isidro

Afuegalbike en el Pozo




Bambam a punto de hacer un salto mortal

Gorilas en la niebla de San Lorenzo

 
 Parada técnica en el Pozo




En San Martín de Teverga, hacia el primer puerto



Bueno, como dije, habrá una tercera entrega que recoge la noche de fin de fiesta en Ribadesella-sur-mer que merece una serie de reflexiones que quiero compartir con vosotros, de cara a un mejor entendimiento de la experiencia completa. Lo importante, lo pasamos bien, liamos una tremenda por ipicomil concejos y dejamos a los lugareños impactados con nuestro plan de vida, a sus ojo claramente equivocado.


Pero ese es el mensaje, hacer kilómetros y crear malestar.


FIN DE LA SEGUNDA PARTE

¡Que vos preste!

martes, 3 de julio de 2012

La rutona de los puertos. Primera parte

Remasterizo la primera parte de la ruta de los puertos, escrita por Merucu, para goce y disfrute del mundo entero. Se reparten palos a diestro y siniestro. Si crees que podemos herir tu sensibilidad, deja de leer justo aquí.

Para dar la bienvenida al verano se juntaron dos Van Van 125, una GN250, una KLX250S y una G650GS. Y no, las Van Van no se mueren tras 870 kilómetros casi del tirón. Ye una moto de paisanos.


Se sobreviene un tocho considerable; si lo que te gustan son las fotos vete dando para abajo que lo que aquí voy a contar, o bien no te lo vas a creer, o te van a dar ganas de cometer suicidio por haberte quedado en casa con el esfínter apretado y con el cagómetro subido. Avisado quedas.

1. Introducción y antecedentes
Había quien dudaba que se pudieran subir 14 puertos en día y medio. Pues mira, sí se puede.

Hola muy buenas. Se han requerido mis servicios para narrar el evento y como fecha de entrega no había, pues mi tiempo me he tomado. El onanismo profesional es lo que tiene, surgen ideas geniales en esos momentos de lucidez extrema, pero pronto se te ocurre otra idea y se te va la cabeza. No voy a caer en temas offtopic que no es momento (aún).

La verdad es que es que la idea de subir todos los puertos de montaña de Asturias es algo que nos venía rondando por la cabeza hace ya más de un año. De hecho, hicimos la primera intentona el 17 de julio del año pasado en el que hicimos un honroso primer intento.

De esa vez nos tragamos la mitad oriental de Asturias, pero a costa de volver en el día a casa nos dejamos la otra mitad. Por el lado occidental, hay una sobredosis de puertos en muy poco espacio, lo que hacía bastante difícil el poder ir volver en el día, con lo que al Roxu se le ocurrió el hacer noche en Ibias en sus aposentos y así poder, al día siguiente, hacer lo que nos quedara y volver triunfantes a casa. Pues bien, eso fue lo que intentamos entre el 11 y 12 de agosto de 2011.

Buen intento, pero no hicimos todo lo previsto. No por fallos mecánicos no, más bien porque nos liamos en la noche "Ibiasenca". No me voy a recrear en aquella velada que ya hay testimonio oral y escrito suficiente, pero el fallo fue no darnos cuenta, el Roxu y un servidor, de que la ruta no es el problema. No es su dureza ni sus cambios de presión de tanta subida y bajada, no. El problema es que nos llama la atención de forma superlativa todo aquello que acontece más allá de las 2 de la mañana y claro, luego al día siguiente quién se aclara por la carretera.


2. Preparativos
Esta vez iba a ser distinto, tenía que salir bien y del tirón. No podíamos plantearla de una sola vez, porque la cosa no era salir en necrológicas o acabar perdiendo gente por el monte, o acabar sorbiendo ambrosía 2.0 de la que destilan en Ibias para aguantar el tirón. Había que hacerlo bien y de forma seria. Planeando la ruta, alojamiento, ventanas de salida para abortar y tener garantizado un fin de ruta con alborozo e ingesta apropiado.

Pues bien, ya empezamos mal. Lo primero por mi parte, acabo de salir de un accidente laboral que pese a desconocer aún posibles mermas en mi estado mental actual (se rumorea que no mucho peor que el antes del viaje astral), y tras 3 meses siendo un come y duerme, el primer paseín en moto va a ser éste, ale. A toro pasado pienso que si no hubiera ido, no quiero ni pensar en qué estado de deterioro me encontraría ahora intentando superar mi ausencia y además, qué coimes, que soy uno de los psicópatas/politoxicómanos de la zona norte así que qué menos.

El segundo error fue el ya logístico y sin salir casi de casa. El Roxu me mandó dos variantes de ruta por correo hechas a través del Google Maps y la cosa estaba clara, faltaban los flecos. Ay amigos, y ¿dónde se hacen estas reuniones logísticas para que nada quede en el aire? Pues como el foro aún no tiene local social en la zona norte, había dos opciones: una mesa con mapas, flexos, ordenadores y gente o la regulera, en un bar. Efectivamente, querido lector, decidimos que dónde iba a parar, mucho mejor en el chigre.

El comité de sabios fue citado y conminado a darle solución a la ruta en como mucho dos sesiones informativas, pues bien, tercer error. El peso de las decisiones recayeron sobre Roberto, El Roxu y un servidor. Ya te veo, piensas que exagero, que vaya cuento, que qué dramatismo exagerado. Pues muy bien, ilustremos la escena y así puedes imaginarte como oyente en una de las charlas coloquio Nueva Acrópolis de estas que organizamos:


Con ustedes Roberto y El Roxu aburridos por mis cábalas de alturas y repostajes entretenidos con una paloma de pata izquierda amuñonada de un rosa brillante.

Gente seria y preparada, lo sé. Pero la cosa empezaba a írsenos de las manos sin darnos cuenta. En la primera reunión bajo la lluvia lo único que quedó en claro es que teníamos la intención de hacer la ruta y contarlo y que las fechas eran el 22 y 23 o la semana siguiente. Acto seguido empezaron las dudas de la idoneidad de fechas. El 29 habría la posibilidad de alguna alta y baja en la comitiva y el 23 el fin de fiesta coincidiría con la fiesta de San Juan, con hogueras a gogó para poder tirar la moto por la fartura kilométrica y así redimir en el fuego purificador toda la rabia acumulada.


Nuevamente, pesó mucho más el poder acabar de romería que cualquier otro condicionante, con lo que empezó la negociación de alojamientos. El primer día estaba claro que íbamos a pernoctar en Ibias, con oportunidad de dormir en horreo, cuadra o cama en función de las posibles variables de llegada nocturna. El segundo día era el problema. Queríamos algo en un lugar donde hubiera alborozo y fuego. No me preguntes por qué pero yo enseguida me calenté y dije que lo de buscar posada era para burgueses y que a mí me sobraba con una playa para tirar el saco, adoptar postura crisálida en su interior y amanecer plácidamente al día siguiente.

El comité de sabios no daba crédito. Se confirmaba por momentos mi deterioro neuronal. No obstante fue cosa de insistirles unas 200 veces para que lo vieran una posibilidad hermosa. Iba a ser como la California del Gran Miércoles. Amanecer en la arena con nuestras pertenencias intactas, las motos sin costra de óxido y una pléyade de mozas de pelo rubio en la arena poniendo vaselina a las tablas y un olor a gargacoa que nos despertaría para ver sus sonrisas al reconocernos saliendode los capullos de seda cual orugas.

Efectivamente, capullos ibamos a ser si hubiéramos optado por el plan este pseudo psicotrópico. Más si cabe sin contar por problemas de fechas con Yago, nuestro boticario motero de cabecera. Así que en un momento de lucidez, optamos por buscar posada. Voy a resumir, pero optamos al final por un hotel/restaurante/lupanar muy digno en Ribadesella que garantizaban esperar nuestra llegada hasta las 11 de la noche. Sólo sé que cuando llamamos para reservar, el tipo que contestó estaba bastante extrañado por nuestras intenciones y procedencia. Normal, la noche de San Juan en Ribadesella no es precisamente el Mardi Grass y yo no doy el perfil de Peter Fonda. Por no hablar de los dos que has visto, que aunque se dan un aire, no te evocan a Nickolson y a Hopper precisamente.

Bueno, finalmente quedaba la tormenta de llamadas para reclutar gente para la comitiva. Bambam se apuntó al bombardeo, Julitro nos comunicó que como si tenía que sacrificar a alguien del trabajo pero que venía y Afuegaelbike se apuntó al sábado de pasión. De los demás nada de nada. Algunos por imposibilidad material y otros poniendo disculpas como, abro comillas "el asfalto está muy duro" o "estoy preparando una media maratón y no quiero perder la forma". No me voy a poner a valorar estos comentarios, pero que venga Cthulhu y me lleve si exagero un ápice.

La cosa estaba así. Seríamos 4 el viernes y 5 el sábado. Julitro no cometió matanzas y se dio mus obligado por cuestiones laborales.


3. Viernes 22, empieza la rutona de los puertos
Esta era nuestra primera jornada:
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Intentamos negociar unas plañideras para dar la salida, de cara a un posible no regreso, pero no hubo sincronización entre la agencia de eventos y el vestuario, así que fue algo más sobria. Salida desde el puerto de Gijón, donde Afuegaelbike apareció a acompañarnos por Gijón, pasamos por Oviedo a recoger a Bambam y de ahí hacia la comedia.


Pasando por Teverga nos dimos cuenta que si no nos mojábamos iba a ser de petaca. Un cielo gris auguraba alguna ducha, posiblemente en altura, y para variar, el que escribe optó por un vestuario casual alejado de plásticos impermeables, con lo que me lo iba a pasar genial con las gónadas a remojo en estos primeros 230 kilómetros. Pues bien, llover no llovió pero fue empezar a subir el puerto de San Lorenzo y aparecer la niebla de las nieblas y un frescor tropical que hizo el deleite de los 4 trastornados:


Detrás hay una visión pintoresca, pero no es efecto blur de Photoshop, es que aquí el verano es así.
Pero empezaba la serie de instantáneas que justificarían la rutona y así coincidimos en retratarnos coronando cada uno de los puertos que nos encontráramos. Con ustedes, el primero:


Cuanta felicidad en sus rostros, qué ganas, qué ansias, qué frío, oiga.

Después nos tocaba Somiedo, más alto que el anterior. Tuvimos la suerte de notar síntomas de congelación incipiente en perniles y ventolera simpática. Nuevamente coronamos y decidimos dejar constancia de la aventura:



 
Espectacular coreografía de los dedos en "v". Parecemos el ballet del Sanatorio Marítimo.


Salimos hacia el tercero, Leitariegos. Antes pasamos por la provincia de León y pudimos comprobar que el verano no es un estado mental. Sol y gente de esta que cuando pasas por los pueblos se te queda mirando fijamente y pides al altísimo que no tengas que parar por alguna avería porque sabes que cual Deliverance de secano, se van a abalanzar sobre ti y que acabarás siendo la carne de las albóndigas del menú del día de mañana. Sobrevivimos y coronamos aún más arriba pero despejado:


Extravagança fotográfica por mi parte, pero qué quieres. Las autofotos estas a la carrera es lo que tienen.

Antes de subir el Connio, el último puerto de esta jornada, hicimos una parada hipercalórica en Cangas de Narcea, donde congratularnos por la simetría y por la arquitectura en aplacado de plaqueta, donde Cangas es la Pompeya de los 70. Una maravilla para los sentidos:


Tres tunantes. El de la avería en la cabeza, Roberto aka. mirada golosona y el picoleto con mirada intrigante a una joven madre local.

Tras comprender que prolongar nuestra estancia en la villa podía hacernos perder alguna extremidad, salimos hacia el Connio. Un puerto largo, estrecho y sin tráfico que es una delicia. Apúntatelo si vas en coche y quieres adelantar acontecimientos llevando a la suegra esa que sufre de vértigo, gota y bigote que pincha.


 De nuevo el ballet en perfecta simetría.

4. Noche del viernes 22, San Antolín de Ibias
Permíteme que me detenga a narrar acontecimientos ajenos directamente a la ruta motera. Tras dejar los bártulos en Boiro en la casa del Roxu, pusimos muda limpia y salimos dispuestos a cenar previa ingestión liquida de bebida energética. Y qué mejor lugar para repostar fluidos que una gasolinera. Efectivamente, en Ibias, donde siempre es 1982, se puede beber una Mahou y fumar al lado de un surtidor de gasolina.

La hospitalidad salió a relucir nada más llegar. Fue aparcar las motos en la gasolinera y el gerente se ofreció a expulsar a la mocedad que poblaba la terraza para dejarnos sitio. Declinamos tan atento gesto ya que ellos eran legión y nuestro uppercut deja mucho que desear. Entramos y, tras ordenar unas cervezas, empezamos a departir con los lugareños. Ahí apareció un lugareño de acento agallegao, un crack en lo suyo. Rompimos en 5 minutos todas las reglas no escritas de una conversación con desconocidos. A saber, no hablar de política, religión o del rey. En los 80 sí se puede, amigos. Mientras tanto Alemania le daba una cuera a los griegos en la Eurocopa. Eso sí, celebramos el gol de Grecia como si no hubiera un mañana. Merkel seguro que notó una palpitación en la Fuerza cuando brotaron improperios contra su persona desde tan recóndito concejo susceptible de rescate.

Antes de que se nos fuera de las manos la cosa, fuimos a cenar.

La cena buenísima, sólo destacando que Bambam y un servidor sufrimos la maldición de los quintos de cerveza. Esos botellines del tamaño de un minibar de pensión te hacen sentir violento con ellos en la mano. Solución, pedir de dos en dos. Pronto notamos que no era temporada alta por la poca afluencia en el local. Bueno, eso no es correcto del todo porque en el comedor nos encontramos con una cena de empresa del "Círculo de lectores junior". Tres parejas, ellos de camisa, pantalón de pinza y corbata o pajarita y ellas en vestido. Algún guiño al diseño Balenciaga por parte de una de ellas, con un vestido de gasa traslúcida que resguardaba una pieza de lencería que revisitaba la braga-faja cervical preconstitucional del tamaño y forma de un paracaídas del cuerpo de paracas de Alcalá de Henares. Muy ponible.

Tras la cena salimos de forma pizpireta y ordenada hacia la sala de fiestas Fénix, cuando, horror, nos enteramos que había cerrado. No nos vinimos abajo de milagro. Una de las paradas culturales del viaje se había clausurado por una deficiente gestión de los últimos propietarios. Los temblores empezaron a agitarnos las extremidades de forma arrítmica. Pero nos enteramos que tras colapsar esa sala, HABIAN ABIERTO OTRA. Estábamos salvados, otra sala de fiestas. Con escalera de 6 millones de pesetas de las de antes del redondeo, de acceso descendente (datos contrastados). Nos faltó poco para bajar dejando la piñata. Eso sí, nada más llegar a la puerta, vimos esto:


La vaca loca, como en los 80 pero hoy.

Fue separar la cortinilla de eskai y toparnos con una sala del tamaño de un apartamento de protección oficial. La barra estaba franqueada por un acolchado en marrón muy acogedor. La camarera se puso presta a llenar vasos de tubo de Svarovsky para saciar esa sed sempiterna que nos acompaña allí donde vamos. Empezaron los problemas. Si pedías algo con limón, te lo servían, pero el limón no brotaba de un botellín, surgía de una jarra de latón. Ante nuestras miradas perplejas, nos giraron 180º la jarra y pudimos contemplar que existía una pegatina de KAS que garantizaba dos cosas. Una que era KAS y la otra que era de garrafa. No sabemos si la jarra se llenaba de excedentes de botellines o bien que en los 80 el comercial de refrigerios en vez de traer botellines trae un camión cuba y rellena las jarras de los bares de los pueblos. La pegatina acabo cayendo víctima de la condensación o también llamado "efecto cubata" (visto en Redes de la 2). Superado este momento giramos nuestras cabezas hacia la pista, donde los Opus Dei Boyz de la cena estaban bailando furiosamente lo último en perreo. Sombreros de cowboy y un pedal incipiente les hacía girar de forma alegre. Miedo nos dio cuando al acabar una versión euro pop de la Lambada empezaron a pedir "el Gato volador". Nos quedaban dos opciones, o entrar a la pista esperando que pusieran a John Scatman y vaciarnos o mantenernos en un discreto segundo plano. Pues sorpresa, pese algún conato de baile optamos por mantener la dignidad del motero y no soltar los codos de la barra acolchada.


No había mucha posibilidad de que mejorara el hilo musical, así que optamos por abandonar ordenadamente las instalaciones y recuperar las motos hacia la casa donde descansar para madrugar al día siguiente y cumplir el plan de vuelo.

Se sortearon los camastros y tras unas oraciones prometimos en vernos al día siguiente temprano. Y aquí se nos fue nuevamente de las manos la velada.

El Roxu aparece con sendas armas de proyectiles así redondicos y comienza una sesión redneck de tiro con diana olímpica. Lo que empezó con un par de tiros y para la cama se fue transformando en una sesión de fuego amigo con hilo musical y mucha diversión. Tres hombres hechos y derechos, mientras Roberto dormía plácidamente, se dispusieron a enredar (sin nada para beber, ojo), hasta aburrirse.


Con la izquierda señalo la tronera y con la derecha aplico el correctivo.

Y de repente, amigos, Bambam se engorila del todo y organiza un espectáculo gangsta del que aún nos estamos recuperando. Decide enseñarnos cómo se aplica el dolor y comienza a hacer volar dianas, palillos, cerillas y toda clase de objetivos susceptibles de un evento homologado de este calibre. Una cosa es leerlo y otra verlo:


 
GTA San Antolín, la última entrega de Rockstar para la PS3

Situación fuera de control y porque somos como somos quisimos compartir nuestro alborozo con Roberto que estaba en sus aposentos. Se nos ocurrió entrar al asalto en la habitación ataviados de casco y chupa y despertarle a las cuatro de la mañana apremiándole para levantarse y atusarse señalando que eras las siete pasadas. La risa nos delató, creo. O eso o que no hay quién despierte a un paisano de Felechosa. Después, conato de acostarse no sin antes dar voces, gritar "QUE ME COME EL PAYASO" en homenaje a los Simpson y poner en el móvil ruidos variados y cánticos.


El Roxu y un servidor fuimos conscientes de que a Roberto y a Bambam no los despierta ni una orquesta de Devil sin sordina con un par de Massey Ferguson acelerando al ralentí con percusión de explosivo C4. Qué poder somnífero, qué aguante. Desistimos a las cuatro y pico.

Y así terminaba la primera jornada.

Voy a hacer una pausa aquí para continuar la crónica en otro post que si no igual esto no se asimila del tirón. Lo dicho, queda mucho más.

FIN DE LA PRIMERA PARTE

¡Que vos preste!