Entre pitos y flautas llevo ya un par de meses que casi no cojo la moto salvo para ir a currar. Hasta que vuelva a dar un paseo digno de contar, rescato la crónica de la última ruta que hice con la culona de 125; no me pude despedir mejor de ella.
Hubo de todo aquel día: grandes puertos (Pontón, Pandetrave, Panderrueda y San Glorio), paisajes de postal, bajadas trepidantes, fartura de cinco tenedores, pistas infames... incluso hubo tiempo a hacer un tramo nocturno. Lo mejor, como siempre, la compañía, junto a Yago y Merucu (ánimo, amigo, espero impaciente volver a echarme unas risas contigo).
Sin más dilación, otro capítulo de la serie "Recordando proezas", escrita por Merucu y remasterizada por un servidor.
Cuarto capítulo: El día que nos coronamos - Ruta por los Picos de Europa - 01/10/2011
La ruta, como se pronosticaba, fue estratosférica. Quizás con demasiada pista en mal estado, pero supongo que el paisaje y la experiencia merecen el sacrificio. El que venda esta moto para comprar otra no sabe lo que hace...
En fins. La crónica.
De nuevo se nos encomienda una misión. Más de 400 kilómetros, pistes, calores y el mejor equipo que puede reclutar este motoclub es un paisanu sin una muela, un farmacéutico con acceso a todo tipo de fármacos para nuestro goce y disfrute y el que os escribe, el que cuesta abajo se 'acongoja' más que Zulle bajando el Tourmalet.
Ultimamente las rutas las planeo tirando de Google Maps. Lo que pasa es que en dos dimensiones todo está muy asequible, pero ya van dos veces que nos llevamos alguna sorpresa (los que vinieron a Piedrafita todavía se acuerdan de mis ancestros al bendecir la mesa). Que eso, que la cosa ye quejase. Con lo que he dado yo por estos muchachos, llevándolos a comer a casa cristo...
Salimos de Gijón por la Minera. Que hay que ver lo que te jode hacer 20 kilómetros de autovía cuando sabes lo que te espera. Se hace muy cansino. Pero llegamos y allí estaba Yago esperándonos en el Berrón. Luego enfilamos a Cangas de Onís. En esta nacional, es matemático. Da igual el día que vayas, que te va a tocar un gilipollas del motor. En este caso un tipo con un Honda haciendo maniobras raras, despacio y poniendo intermitentes a lo loco. Y claro, Fran, empieza a agitar los brazaos y con razón. Toca mucho la moral. Que no te reconozcan al verte por el retrovisor, vale, pero que no facilite el transcurso de la expedición, eso ya es de faltoso.
Paramos en Arriondas a repostar y empezamos a ver los primeros yonkis del deporte. Me explixo. Sábado por la mañana, un complejo arbóreo sembrado de tirolinas, lianas de Tarzán (literal), y demás suerte de accesorios de aventura y gente haciendo cola para encaramarse en ellos. Y de fondo una música de bachata de esa de la que cuando la oyes te dan ganas de coger la motosierra STIHL que anuncia Pepe Domingo y ponerte a amputar miembros.
Pues eso, gente extraña. Arrancamos hacia el Pontón y en las primeras rampas paramos para disfrutar del típico desayuno sano y equilibrado...
Bueno, más anécdotas.
Nos desorientamos en Castilla en un pueblo que había feria de caballos, o caballo a la estaca (nos fuimos antes de saber más) y le preguntamos a dos lugareños indicaciones para ir hacia San Glorio rumbo a Potes. El cachondo número uno dice que vamos en dirección contraria y que hay que volver a Riaño. Respiro profundamente y les pregunto por la carretera que sé que existe. El cachondo número dos hace como que cae en la cuenta y nos dice que sigamos hacia la ruta del Cares y luego a la derecha. Allá que nos fuimos. Hasta que la brújula biológica que llevo dentro me dice que vamos mal no, muy mal.
Miramos el GPS del móvil y no solo nos había indicado mal la pareja de cachondos, sino que EL DESVIO QUE HABIA QUE PESCAR ESTABA EN SU PROPIO PUEBLO. Porque estos viajes organizados van muy cerrados, pero era para parar en el pueblo y arrasar toda edificación, quemar a las gentes y a sus posesiones. Pero somos gente civilizada y con estudios, así que seguimos a Potes.
Potes.
Qué calorazo, oiga. Y qué gente más rara. Entramos en un restaurante con muy buena pintaza. Hasta arriba de gente. Pues mira que somos como tres brazos de mar y que ni un camarero hizo nada por preguntarnos nada o contestarnos si había o no sitio. Cara ascu, generalizada. Lo que pasa es que serán customeros o tendrán una ZZR o qué se yo.
Al final acabamos en el Asador Llorente (esas mollejas rebozadas y el chuletón seguirán en nuestros paladares durante muchos años) De otra manera, tratándonos como paisanos. Hubo problemas para pillar mesa y Fran sugirió anexionar dos grupos para montar mesa de seis pero no hizo falta. Comimos realmente bien. Y aquí arranqué la cámara. Veamos a dos paisanos afartucaos:
Yago baja algo más aposentao, pero hay que ver a Fran con esa cara de "Acabo de matar al de la parrilla".
Tras echar gasolina aparecimos en Fuente De, habiéndonos pasado el desvío para subir al mirador de Áliva, pero aprovechamos para una paradinha técnica y hacer una fotos:
Intentamos la foto turista de parece-que-sujeto-algopintoresco, pero nos quedó regular.
Una VanVan con el teleférico al fondo y que puede engrosar al catálogo de fotos onanistas de estas que hacemos a la moto por-que-sí.
Yago admirando el macizo rocoso y Fran haciendo zoom a algo. Por la cara puede ser una lugareña agachándose a por algo...
Discutiendo cómo coño va a ser posible que subamos a donde el mirador de Fuente De en moto estando lo cuesto que está y desconfiando de su sherpa (el que escribe, un cacho pan), y aún así les saco foto. No me merecen.
Después desandamos parte del camino para coger la senda que sube al refugio de Áliva. Que me recuerda a la serie aquella de primos lejanos. Si oh, a aquel que hablaba como raro, como de inmigrante eslavo y que decía aquello de "Plimo Larry, aliba de la estantería". ¿No? No tenéis bagaje cultural ninguno, que lo sepáis.
Bueno, la subida era de piedra suelta, algo incómoda. Pero vamos que cuesta arriba, mil veces mejor que cuesta abajo. Tendríamos tiempo para darnos cuenta de tan tremenda verdad.
Vemos al señor Fran negociando sin problema una rampa pedregosa.
Todavía con cara sonriente, vemos aquí un "robado" al poco de empezar el ascenso. Poco duraría esa cara de alegría.
Aquí, llegando arriba. Muchos cruces de pistas, al final tomamos una que ponía a Sotres por pista. Bueno, pues como suban al comepiedras por aquí se va a jartar de comer. Piedras grandes a retorcer en llano hasta que llegamos al inicio del descenso.
El paisaje, para el que no sea de por aquí, es alucinante. Paredes de piedra te rodean mientras te intentas deslizar por un antiguo glaciar hacia abajo. Que hablen las imágenes:
Las pongo seguidas porque son para que os hagáis idea de proporción de tamaños. La pista discurre por la arista de un monte que a ambos lados tiene un valle y después una cordillera. De los sitios más bonitos en los que he estado con la moto. Nadie alrededor y una sed del carajo, pero vamos, que a gusto. Antes de montar para seguirles hice una foto a mi moto que la puede meter el señor Suzuki en el catálogo por una módica cantidad a ingresar a mi nombre:
Para usted, señor Suzuki.
El descenso ya fue cosa fina. Freno trasero trabajando a destajo y más piedras. A mi hasta se me encendió el piloto del FI, supongo que por cansancio de ir en segunda sin acelerar en media hora. La verdad es que no tenía fin la bajada. Nuestros niveles de Mahou estaban ya a un límite peligroso. Aún así hubo tiempo de sacar unas fotos en la bajada que no denotan que estuvimos al límite de liar una como los de "Viven" y tapiñarnos a la parrilla unos a otros por temor a no ver más la civilización:
Fran bajando sin miedo a la muerte.
Yago a lo Jack Nickolson, con pollino al fondo y amoto cerca. Estampa del país.
Esperando a reunir el grupo en una zona de cabañas hicimos otra parada en la que probamos la moto de Yago, que anda como una perra.
Al final arrancamos hacia Sotres, que se veía a lo lejos, porque había un pastor con cara de no tener nada en la nevera para la cena, y no teníamos ganas de un incidente a esa altura y sin estar aclimatados.
Sotres, ese pueblecito mangado en el monte con un chigre en el que comentar la jugada. Vuelve el alborozo y las buenas caras de mis compañeros expedicionarios:
Fase1: Fran ya tiene buena cara ¡y sin beber nada todavía! efecto placebo de ver el bar abierto.
Fase 2: En plena rehidratación nos luce aquí con orgullo la sobaca mora.
Fase 3: Acaba la cerveza. Vuelven los fantasmas a esa cabeza. La vuelta que falta, las curvas, aquel osito de la infancia, esos recuerdos de juventud, acordarse de haber dejado el grifo de casa abierto, el picor de ingle tan difícil de aplacar en público... un hombre ausente.
Después, cuesta abajo hasta Nueva de Llanes donde paramos por última vez a repostar y a fuego por la costa hasta Gijón pasando por Ribadesella, Colunga, Villaviciosa (donde se desvió Yago) y nosotros llegamos a oscuras a Gijón a eso de las 9.
Una ruta espectacular y más aún para ser octubre.
Volvermos por ahí que ese San Glorio se me atragantó un poco esta vez.
Ale, acabose la chapa esta.
¡Que vos preste!